domingo, 21 de julio de 2013

TOWER Wells, Todo arrasado, todo quemado

     Editorial Seix Barral, Barcelona, 2010 (BUC 820-3 TOW, W)

     Wells Tower nació en 1973 en Vancouver (Canadá). Vive en EE.UU.

      Es el primer y sorprendente libro de este joven autor. 

     Ganador de varios premios por los relatos que había ido publicando, esta edición ha sido un acontecimiento literario celebrado por la crítica, que ha comparado la maestría narrativa de Wells Tower con escritores estadounidenses de la talla de Mark Twain, Ernest Hemingway, John Cheever o Raymond Carver.

     Son nueve cuentos escritos con una prosa ágil, salpicada de humor negro y de una belleza brutal.

     Un conjunto de narraciones sobre situaciones diversas, que te atrapan por su ambiente inquietante, construido desde la vida cotidiana; por su intriga que anuncia sorpresas espantosas (que a veces se cumplen), y por sus personajes poderosos: parados en “año sabático”, alcohólicos soñadores, vikingos despiadados o deprimidos, adolescentes audaces… hombres y mujeres a la deriva, suspendidos entre el sarcasmo y la rabia por el fracaso de sus expectativas, confundidos en la vorágine contemporánea. Todos poseen una cierta dosis de violencia que, en general, no se hace explícita, salvo en el último cuento, el que da título a la obra, que es desnudamente feroz.

     El volumen se lee de un tirón, porque sus relatos poseen un lenguaje auténtico, emocionante y ameno, junto a la crudeza y la desnudez de la buena literatura.

 
 

viernes, 19 de julio de 2013

LA BICICLETA VERDE. WADJA

Ésta es una buena muestra del cine alternativo que hoy se desarrolla contra viento y marea y que nos ofrece el regalo impagable de historias bien contadas con pocos medios. Así, Las nieves del Kilimanjaro de Guédiguian, El Havre de Kaurismäki, La caza de Vintenberg o Bestias del sur salvaje de Zeitlin.
 
La bicicleta verde. Wadja (2012), en coproducción con Alemania, es la primera película de Haifaa Al-Mansour, prometedora directora que es, a su vez, la primera mujer que dirige cine en Arabia Saudí, un país sin salas de exhibición. Nos acerca con habilidad a la vida cotidiana de la gente corriente de un país, del que muchos sólo teníamos la imagen de los mega millonarios jeques con sus inseparables turbantes.
Desde la primera escena, simpatizas con esa niña avispada de grandes ojos negros que recita sin ganas la aburrida salmodia de los versos del libro sagrado. La cámara capta su actitud distraída del rezo, que no ausente. Por el contrario, lo observa todo, mientras se balancea en sus zapatillas deportivas que contrastan con los zapatos iguales de sus compañeras de clase.
 Wajda tiene diez años, una alegría permanente y enormes ganas de descubrir y disfrutar la vida. Corretea con sus faldas hasta los pies por las calles de Riad camino del colegio de rígidas doctrinas, siempre con el velo resbalando por su melena al viento. Ella no sólo quiere ser libre, es libre. Lo es por el sueño que persigue contra las convenciones y creencias: la bicicleta censurada para las niñas, porque supuestamente perderían la virginidad; lo es por la ingeniosa búsqueda de pequeñas ganancias de dinero para intentar comprarla; por sus pequeñas trampas y ardides para escapar a la vigilancia escolar y por su rebeldía inteligente ante una directora talibán que no consigue transmitirle su amargura represora. Es ingenua y atrevida, tenaz y divertida, dulce y cariñosa, y nos conquista para siempre con un ambicioso plan para conseguir su meta: aprenderse El Corán de memoria y cantarlo con una voz preciosa, y además al gusto de la ortodoxia más estricta, aunque para ello haya de cambiar sus gestos y modales.
La película posee agilidad narrativa y un buen guión que desprende vitalidad y frescura. Denuncia sin señalar y es profundamente moral. Y lo mejor es que lo hace sin sermones. Es una película de emociones que transmiten valores humanos contra la discriminación sexista y las costumbres opresoras. Lo consigue con imágenes estupendas de fuerte simbolismo, como la bicicleta verde que parece que vuela sobre el muro que la separa de la niña; con personajes bien caracterizados que representan arquetipos sociales, a la vez que muestran sus contradicciones y su lucha personal: además de la niña protagonista, la madre desatendida y el padre ausente, el niño enamorado o la intransigente maestra.
Me parece un rasgo muy original el contraste que la película ofrece entre lo público y lo privado, que supongo refleja una realidad que nos resulta desconocida a los occidentales: el ámbito público es rígido, sombrío y amenazante, dominado por prejuicios y prohibiciones; mientras que el espacio privado está lleno de ternura, sensualidad y fuerza personal.
Los dos episodios del desenlace son magníficos y reveladores de las varias  lecciones subyacentes. El de la niña posee la picardía y el humor que ha sobrevivido a un castigo tan sibilino como cruel por parte de la musulmana fanática; el de la madre revela, además del amor y el apoyo a la niña humillada, su propia victoria sobre el repudio masculino, quizás como el fructífero resultado de la lección de valentía y dignidad que recibe de su propia hija.