martes, 15 de enero de 2013

NEW YORK CITY


NEW YORK CITY

 

                                                                             Ciudad de pie,

el mundo de rodillas.

Luminosa y vertical,

abrazada por dos ríos

ante la estatua soberbia de La Libertad.

 

Suma de cien razas

y mil contrastes,

lujo y miseria,

luz y penumbra,

capital del capitalismo.

 

La energía de los supervivientes

que trabajan sin horario,

el silencio de los vencidos

en la marginación invisible,

clandestinos, sepultados,

bajo el lustre de Manhattan.

 

Original y deslumbrante,

ajedrez colosal

de piedra y cristal,

dinero y poder.


New York, New York, el nido de la serpiente.

 

Isabel Tejerina. Abril 2010
                     (Versión modificada tras la amable crítica del poeta Isaac Cuende)

miércoles, 9 de enero de 2013

LO SIENTO EN EL ALMA


LO SIENTO EN EL ALMA

 
(Texto elaborado en el Taller Teatro para minutos de JUAN MAYORGA. UIMP 2008)

 
            Un día en los Cursos de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), Palacio de la Magdalena, Santander. En concreto, la víspera de la clausura, septiembre de 2008.

            Primera hora de la tarde.

            Una habitación del primer piso, grande y luminosa.

            Una cama, un escritorio, dos butacas pequeñas a ambos lados de una mesa baja de madera de caoba. Desde el ventanal se divisan algunas nubes sobre un mar grisazul, moteado en blanco de pequeñas olas saltarinas que bailan con el nordeste. Bastante desorden en el cuarto: la chaqueta tirada en una silla, un montón de libros, carpetas y papeles sobre la cama, varios periódicos… Un ordenador portátil encendido sobre el escritorio y más libros.

            Un hombre de unos 40 y tantos, menudo, pelo castaño, con entradas, Viste de sport, con cierto desaliño. Tiene, pese a su edad, un aspecto juvenil y un aire desvalido.

            Llaman a la puerta. El hombre, entretenido con sus cosas, se demora un poco y, finalmente, abre.

            En el umbral, una chica joven, unos 24 ó 25 años. Es muy atractiva: bastante alta, tez morena, ojos verdes, pelo largo castaño claro con vetas rubias. Lleva el uniforme de recepcionista de la Universidad Internacional.

 ELLA.- (Con marcado acento colombiano.) ¿Profesor Treviño? ¿Don Salvador Treviño? (El hombre asiente). Le traigo la invitación para la clausura de los Cursos que, como sabrá usted, comienza mañana a las 12 horas en el Paraninfo.
 
PROFESOR.- Muchas gracias. No era necesario; pensaba recogerla yo mismo más tarde.

ELLA.- Verá, profesor, es que… (Pausa. Suspira.) Perdone el atrevimiento, pero es que yo… (Pausa. Suspira más fuerte; se mueve nerviosa.) Necesito urgentemente hablar con usted. (Pausa.) He estado intentando verle hoy a la salida de clase… pero como había mucha gente a su alrededor…  al final me he decidido a venir a buscarle a su habitación. Le pido mil disculpas, pero es que…

 PROFESOR.- No se preocupe, señorita, no tiene importancia. Y cálmese, cálmese un poco, está usted muy alterada.

ELLA.- ¡Ay, profesor, por favor!... ¿usted podría darme un poquito de agua? Creo que de un momento a otro me voy desmayar…

PROFESOR.- Por supuesto, no faltaría más. Pase usted, pase. (Le sirve un vaso de agua.) Siéntese aquí mismo. Y tranquilícese. (Se sientan en las pequeñas butacas, uno frente a otro.)

            ¿Tan grande es el problema?

 ELLA.- (Asiente y calla unos segundos). Verá usted. No es un problema. Es una emergencia.

 PROFESOR.- No me asuste. ¿Cómo, una emergencia? ¿De qué se trata?

 ELLA.- Bueno, no es exactamente una emergencia, sino más bien una catástrofe, aunque sólo lo sea para mí. (Pausa.) Me explico... Mire usted, yo soy colombiana. Llevo en España cuatro años, trabajando en una cosa y en otra. Me he defendido bien, pero no tengo papeles. Y en este momento…

PROFESOR.- Ya, ya me hago cargo. Lo último ha sido la aprobación en el Parlamento Europeo de la “directiva de retorno”. Una vergüenza. Durante años se ha hecho la vista gorda, pero ahora con la crisis la mano de obra barata empieza a sobrar y cada día será más complicado legalizarse…

ELLA.- No sabe usted hasta qué punto. Y si sólo fuera eso… Mi situación es dramática. Esta mañana vino la policía preguntando por mí. Los tengo encima. Sólo usted puede ayudarme. (Le mira con intensidad unos instantes. Ante su silencio, prosigue)

            Usted es una persona sensible, interesada en los problemas de los que venimos a España a buscar otra vida… Los comentarios que he oído en el pasillo sobre su curso de derechos humanos, el hecho de que presida una ONG de solidaridad internacional con Colombia y, sobre todo, su cara de buena persona, me han traído hasta aquí y me permiten confiar en que esto todavía se pueda solucionar. (Pausa.) Por lo que más quiera, écheme una mano, es usted mi última esperanza.

 PROFESOR.- Bueno, señorita… no me gusta nada que me señalen como un modelo. Y menos aún, presumir de conducta ética… (Pausa.) La verdad es que sí conozco a fondo la situación de injusticia internacional, lo que podríamos llamar el drama global cotidiano, y me duele en el alma. Trato de buscar alternativas…  y, a nivel personal, intento hacer lo que puedo, que siempre es poco, la verdad… pero cosa bien distinta es lo que yo pueda aportar en concreto en su situación particular. Y menos conjurar esa amenaza si es tan urgente como dice. En fin…

 ELLA.- Puede usted salvarme, puede si quiere. (Pausa.)

            Hay una formita bien fácil: hágame un contrato de trabajo.

 PROFESOR.- ¿Un contrato de trabajo? Pero, yo no soy empresario…

ELLA.- No hace falta, no es necesario. Sería un contrato de servicio doméstico, para trabajar en su casa.

PROFESOR.- ¿En mi casa? Ufff!!!! No sé, no lo veo posible. Compréndame, no la conozco de nada. Tiene que haber otra solución.

PROFESOR.- A todo esto… si usted es ilegal… ¿cómo es que trabaja aquí?

ELLA.- Conseguí camuflarme. Hay muchas fórmulas, se lo aseguro.

PROFESOR.- Sí, lo supongo…

ELLA.- Entiendo sus reparos, su desconfianza, es normal… pero yo le juro por Dios y por lo más sagrado…

PROFESOR.- No jure, por favor, de poco sirve poner a Dios por testigo en estos trances. Máxime cuando uno, como es mi caso, es ateo desde los dieciocho años. Me gustaría ayudarla, pero no sé si es posible. (Ella le mira compungida.) Tranquila, no la voy a dejar sola en la estacada… La cuestión es encontrar la manera adecuada…

            Voy a llamar a un familiar que trabaja en el Ministerio, quizás él…

ELLA.- (Le corta, tajante.) No, Virgen santísima, ¡¡no llame a nadie, no llame a nadie!!

 PROFESOR.- (La mira, intrigado.) No la entiendo, señorita…

            (Ella se tapa la cara con las manos y  rompe a llorar. Él se levanta de la butaca y se acerca a ella. La consuela como puede. Le da palmadas en el hombro, le pasa la mano por el pelo.)

ELLA.- (Entre gemidos y con la cabeza baja.) ¡¡Ay, profesor, usted es tan buena persona!!... Y yo no he sido sincera… No le he contado toda la verdad. Me tiene que perdonar… (Gime.) No me atrevía a decirle… ¡tengo tanto miedo…!

PROFESOR.- (Le levanta la cabeza, le separa el pelo de la cara. La mira de frente.) No tengas miedo, el miedo es nuestro peor enemigo… Puedes confiar en mí. Empieza la historia otra vez desde el principio.

 ELLA.- (Un poco más serena, pero sin dejar de gemir y con el habla entrecortada.) Ocurrió hace ya cinco años. Fue en la Universidad de Bogotá, yo estaba en mi último curso de carrera… Había uno más de tantos bochinches…, y a mi novio, que no salía de los libros, se le vino la manifestación encima. Los tombos…, la policía,  se lo llevaron detenido. Una semana en la comandancia, tunda va, tunda viene… así que para pagarle la fianza, que era un montón de dinero, me vi envuelta en un asunto de drogas.

PROFESOR.- (Alarmado) ¿Cómo drogas? Usted…

ELLA.- Fue una estupidez. No medí las consecuencias, las cosas se complicaron y tuve que salir pitada del país. Tengo que perderme de Santander mañana mismo. Están encima y no tengo otra alternativa. Si me expulsan de España, en cuanto llegue a Colombia los narcos me friegan, ¡seguro que me matan!

            Profesor, por favor, por lo que más quiera..., ¡se lo suplico! ¡¡Ayúdeme, ayúdeme!!

PROFESOR.- (Le coge la cara entre las manos.) ¿Cómo te llamas?

ELLA.- Daniela. Daniela Márquez.

PROFESOR.- La verdad, muchacha, es que esto es un verdadero marrón. (Pausa.)

            Me juego la cárcel, pero bueno… ya sabía yo que esto me podría ocurrir algún día.

            No me queda más que creerte, no hay tiempo para titubeos. Más de uno me va a llamar ingenuo o gilipollas, pero a estas alturas me importan poco las sonrisas cínicas de quienes nunca se tiran a la piscina ni en toda su miserable vida se han planteado saltar sin una buena red bajo los pies. Si por ellos fuera…

            Adelante pues, vamos a intentarlo. Sea también por mis colegas colombianos y por los amigos de las comunidades de paz que todavía resisten. Por todo lo que ha sufrido tu pueblo en manos de la violencia de los gobiernos corruptos, los paramilitares asesinos o los guerrilleros que se han convertido en bandidos…

 
                                                                 (OSCURO)

            (La habitación en penumbra. Es casi de noche. No han encendido la luz y siguen sentados. Han estado conversando durante horas. Tienen una copa en la mano y la botella de whisky abierta sobre la mesa.)

ELLA.- (Se recuesta hacia atrás, relajada. Suspira, ahora, de plena satisfacción.) ¡¡Ay… Salvador!! ¡Esto es bacano, sí, chévere de veras! Me parece increíble… ¡tenemos tantas cosas en común! (Pausa.) Me ha encantado ese relato de mi ilustre paisano García Márquez. Qué preciosa imagen la de la pareja de novios que llega a París; su dicha al ver la nieve en todo su esplendor por primera vez en su vida. ¡Y lo bien que lo has contado! Es curioso que una casi licenciada en Literatura Colombiana la descubra en boca de un catedrático español de Economía… ¿Cuándo llegara el día en que dejen de preocuparse por enseñarnos terminologías en lugar de legarnos nuestras espléndidas historias?... (Pausa.)

            Salvador… ¡estoy tan feliz!… Pensar que mañana estaré en Madrid, lejos de esta pesadilla, me parece un sueño. Esto merece otro brindis y un buen abrazo ¿no crees?

      
            (Se levanta, se acerca y le rodea alegre con sus brazos. Él mantiene el abrazo unos minutos de más).


PROFESOR.- Eres preciosa, Daniela, preciosa.

            (Con timidez, la besa. Comienza a acariciar su cuerpo. Su mirada va cambiando. Llega un momento en que su excitación se hace incontrolable. Intenta forzarla).

ELLA.- Pero, ¿qué haces? No, que no, que te digo que no… ¿Tú qué te has pensado? No me puedo creer esto… No quiero, no quiero…, te digo que no quiero y es que no… No me hagas esto, por favor, no, no.


            (Salvador insiste, con violencia. Forcejean).

ELLA.- ¡¡Suéltame, suéltame te digo!! (Le da un empujón y una fuerte patada en la entrepierna. Salvador cae al suelo). ¡Eres un cerdo!

 ¡Te voy a denunciar…, aunque me cueste la vida! ¡Malparido! ¡¡Hijo de puta!!

             (Daniela sale de la habitación dando un tremendo portazo. Sus insultos a voces no cesan en la carrera hacia el ascensor.

            Salvador sale detrás. Advierte que la puerta de una habitación contigua se cierra con sigilo. Su gesto denota contrariedad y alarma. Regresa sobre sus pasos.

            Inmóvil, rígido, permanece en el centro de la habitación unos minutos, retorciéndose las manos, pensando.

            Va hacia el teléfono. Lo descuelga con brusquedad.)


PROFESOR.- Buenas noches, ¿es la Policía de Inmigración? Quiero hacer una denuncia. (Escucha las indicaciones pertinentes a las que va respondiendo con un hilo de voz).

             (Se derrumba en la butaca como un pelele. Su cara se contrae en un rictus de amargura. Las lágrimas empiezan a correr sin consuelo ante la inesperada y despreciable revelación de sí mismo.)

 

lunes, 7 de enero de 2013

LEO BASSI EN SANTANDER


ESCÁNDALO Y REVELACIÓN EN SANTANDER

            La programación en Santander de “La revelación “ de Leo Bassi por parte de la Universidad de Cantabria y la Obra Social de Caja Cantabria ha supuesto un escándalo para ciertos sectores católicos ultra conservadores, al tiempo que una revelación de que hay grupos y mentalidades recalcitrantes que todavía no han  asimilado algunos principios básicos de una sociedad  democrática.

Santander y toda Cantabria, “linda tierruca” privilegiada por la naturaleza es todavía, a pesar del destrozo urbanístico que padece, un bello lugar para vivir y donde se disfruta de una aceptable oferta cultural, pero, de cuando en cuando, te quedas muda y abochornada, por algunas actitudes y ciertos personajes, vestigio de una larga historia de reacción y conservadurismo.

Cierto que en otras ciudades también ha habido algo de alboroto con este espectáculo, pero sin llegar a este alarmante nivel. Aquí, aunque promovido por una minoría bien organizada que se sentía escandalizada en su acepción de “daño espiritual”, por una obra que ¡ojo! ninguno de los escandalizados había visto, ha supuesto también un escándalo, en su acepción de “tumulto” que ha ocasionado otros no pequeños sucesos escandalosos:

Bajo la presión de los curas, fieles devotos, y algunos comparsas seguidistas de la consigna, mediante correo electrónico, homilías parroquiales, cartas al director, Comunicado en la prensa del Obispo, etc., el Consejo de Administración de la Obra Social de Caja Cantabria, quince días antes del estreno, acuerda desvincularse de la representación programada y cede al chantaje orquestado, sobre todo por la amenaza de la retirada masiva de cuentas de la entidad. Estupendo: parece ser que sólo estos católicos radicales son sus clientes, olvidando que la labor cultural de la Obra Social la pagamos todos los clientes de la Caja y resulta inadmisible acatar su censura previa y sus intentos de que se suspenda una función porque a ellos les molesta.

Más escandaloso aún, porque atenta a una moral universal que condena el cinismo y la mentira, es que Caja Cantabria haya aducido “problemas de orden técnico”, descarada falsedad que hace sin embargo pública en un anuncio de prensa (2/12/2006) y como ello no debe de contentar suficientemente al Obispado añade en un segundo remitido publico (11/12/2006) que no ha mantenido relación contractual con Leo Bassi ni realiza aportación económica alguna para esta representación. Atónitos quedamos, porque se puede certificar que la programación desde el Aula de Teatro de la UC  de esta XVII Muestra, una más de una sólida trayectoria de gran calidad, estaba aprobada y financiada por la Caja desde el mes de septiembre. Un paso atrás inesperado que esperemos haya sido meramente coyuntural.

Escandaloso es igualmente que, sostenido el espectáculo por parte de la Universidad en justa defensa de su autonomía y de la libertad de expresión, firme hasta el final contra la presión que trataba de vulnerar el principio universitario de ser el espacio natural para el ejercicio de la libertad de pensamiento y de crítica, un nutrido grupo de católicos enfurecidos, increparon, insultaron y zarandearon en la entrada a varios espectadores, entre ellos a miembros del Gobierno Regional.

Asistimos así finalmente a dos espectáculos. En el de fuera, me vi inmersa en un túnel del tiempo, treinta años atrás, un escenario de crucifijos y velas, cánticos religiosos y pancartas contra los blasfemos, y en la increíble paradoja de que quienes se sentían insultados por el montaje teatral insultaban y pitaban enardecidos; quienes pedían tolerancia mostraban su clara intolerancia con quienes discrepan con sus ideas y quienes solicitaban respeto se manifestaban no sólo sin atisbo del mismo hacia los demás, sino incluso agresivos contra quienes acudíamos pacíficamente a una actividad cultural.

Pero esto con ser serio, puede resultar casi anecdótico. Lo que me parece más importante es que estas gentes piensan que la libertad religiosa impide la libertad de crítica a sus principios religiosos por parte de quienes no crean en ellos; que la libertad de expresión, opinión y pensamiento tiene que estar encerrada dentro de sus dogmas y barreras; que no se puede  hacer crítica y menos burla de lo que para ellos es sagrado e intocable. No pueden concebir que para los agnósticos, los ateos, los no creyentes, las religiones no son verdades reveladas, que expliquen ni den  sentido al mundo.

            También es falaz el argumento de los católicos que no se puede pagar esta actividad cultural con dinero público. ¡Vaya…! ¡Pero si en España se está financiando a la Iglesia Católica con miles de millones del presupuesto público de todos los españoles, si estamos pagando, por ejemplo, todos sus gastos en la enseñanza concertada de sus numerosos colegios confesionales… Los grandes beneficiarios del dinero público intentan negarnos hasta las migajas a los contribuyentes que no somos creyentes.

¿Por qué los ciudadanos, aunque seamos minoría, no tenemos derecho a ver, no tenemos derecho a pedir a nuestros poderes públicos, un teatro comprometido, una visión artística que cuestione los diferentes sistemas establecidos? Y, como  en este caso, ¿por qué no se puede financiar y pretenden prohibir la asistencia a un espectáculo que se declara partidario del laicismo?

Es hora ya de que los católicos aprendan a respetar a los laicos. Y que al igual que ellos defienden y hacen constante publicidad de sus principios, los no creyentes tenemos derecho a argumentar nuestras convicciones por todos los medios de que ellos disponen. Tienen que aceptar que existen personas, en este caso un artista, que ha decidido militar en el campo de la razón y el laicismo, que quiere hacer proselitismo de sus ideas, invitando incluso ¿y por qué no? a abrazar la apostasía.

Por otra parte, hay que preguntarse ¿a dónde habría llegado la cultura si no hubiera habido a lo largo de la historia quienes se han atrevido a criticar usos y modos, creencias y dogmas? Abundan, que no sobran, los ejemplos contra las barreras dogmáticas y los fanatismos, contra la rancia y casposa tradición que intenta sepultar y marchitar el espíritu creador y el pensamiento crítico: el Libro del Buen Amor y El Lazarillo, El Quijote y El Buscón…, a pesar de la persecución y la censura inquisitorial de su época, sobrevivieron y por su calidad indiscutible figuran entre los clásicos de nuestra literatura. Y en nuestra actualidad, ¿también nos querrán prohibir las películas de Almodóvar, las parodias de Monty Python o los dramas de Harold Pinter?

Afortunadamente, hay muchos creyentes que no comparten estos fundamentalismos. Y al final pudimos ver y juzgar “La revelación”. En mi opinión, desde el punto de vista artístico, el espectáculo tiene calidad sobrada y estuvo más que bien y Leo Bassi se superó a sí mismo en este montaje desafiante contra el oscurantismo religioso y lúcidamente provocador de las conciencias adormiladas en favor de la razón y el laicismo.

En la abarrotada sala de la Facultad de Medicina esa tarde se respiró libertad y se disfrutó de un humor, irreverente y burlón, pero también reflexivo, en especial contra ciertas polémicas posiciones de la Iglesia Católica (sexo, sida, guerras santas, conflicto israelí-palestino…) Y, contra todo pronóstico, sin caer en la injuria ni el mal gusto.

 
Santander, diciembre de 2006

ISABEL TEJERINA

Miembro del Consejo de Dirección del Aula de Teatro y catedrática de la Universidad de Cantabria.

LA INFANCIA IRREAL Y VERDADERA


LA INFANCIA IRREAL Y VERDADERA”

                        por Isabel Tejerina Lobo

 
(“La infancia irreal y verdadera” en Polanco, J.L. (coord.), La esquina azul del tiempo. Recuerdos de infancia, Peonza, Santander, 2000, pp. 177-180. ISBN: 84-607-0140-9)
 

            La infancia en mi memoria es, sobre todo, la añoranza del tiempo pleno, sin prisas ni agobios, el primer descubrimiento del mundo, un hallazgo iluminado y, a la vez falseado, por la inocencia y las ganas de vivir.

            Conservo de ella imágenes sueltas, fotos mentales, que todavía siento vivas y cercanas.

            Recuerdo en especial, el bullicio de mi casa, los turnos para comer, los jaleos para dormir. Como gran familia numerosa, estuvimos a punto de ganar un codiciado chalet que nunca llegó, y en el que íbamos a vivir tan ricamente. Era el premio que regalaba Franco en los años cincuenta a quienes alcanzaran la bárbara cifra de doce hijos, su sarcástica forma de paliar la pérdida del millón de muertos en la guerra civil que él mismo había desencadenado. Un sueño católico e imposible que tampoco lograron mis padres; se quedaron a falta de uno.

Los desvelos de mi madre para mantener a flote una casa de tal envergadura, su presencia siempre apresurada, todo el día con las tareas ineludibles y los muchos imprevistos, pero sacando tiempo de no se sabe dónde para tejer las “chaquetinas” justo para el domingo de Ramos, el día anual de estreno de la pequeña burguesía provinciana, o para coser a escondidas la ropa de los muñecos que habían de alimentar la ilusión del día de Reyes. Su hermosa sonrisa y su llanto secreto de mujer valiente…

El ingenio de mi padre para conquistar espacio y sosiego en la vorágine doméstica. La ocurrencia de construir una especie de jaula de madera colgada del techo, donde cabíamos cinco o seis niños pequeños. El “cuartín” era, efectivamente, un cuarto de juegos perfecto, del que además no se podía bajar, porque te quitaban la escalera. O aquellos inverosímiles lugares de estudio dentro de armarios empotrados, cubículos insonorizados cuando aún no los había inventado el mercado, con el fin de preparar y ganar continuas oposiciones, evitando así el inevitable griterío infantil de la casa. Y su vocación de humorista, tan firme como la de médico. Nos contaba, una y otra vez, riendo con toda la cara, los chistes que improvisaba, como aquel repentista cuando una “señorina” le preguntó al verle pasar con una recua de críos: - Oiga, venga p’ acá ¿son tos suyos? - Sí, señora, todos. - Pero, antós, ¿cuántos fíos tién usted?  - Once, señora, tengo once hijos. - ¡Me cagu en diez! ¡once fíos…! - Bueno, si va a cagarse en diez, ya… ¡cáguese en los once!

La tía Tiriti nos sacaba los domingos de paseo, pero primero nos llevaba largo rato a la iglesia, donde nos entreteníamos chupando regaliz, pastillas “Juanola” y castañas “mayucas”. Y alrededor de  mamá o de la tía Pilarín, en las mejores tardes de invierno, escuchábamos absortos los viejos cuentos que nos han acompañado siempre con su belleza y sus verdades… “La casita de chocolate”, “El padre Gigantón” o esa historia inolvidable de Simbad el Marino, cuando náufrago en una isla desierta, socorre a un pobre anciano inválido, y éste, lejos de agradecérselo, le clava con saña las rodillas en los hombros hasta agotarlo… También las  viejas leyendas asturianas de muertos, diablos  y aparecidos, como la del demonio con unos dientes largos, largos, que le da unos sustos de muerte al pobre pastor apareciéndosele, una y otra vez, en las caras de todas las personas a quienes, aterrado, les va contado, sucesivamente, la estremecedora visión…

Jugábamos mucho en la casa, sobre todo de noche. Cuando todos dormían, las cuatro hermanas saltábamos como liebres de la cama, nos poníamos los calcetines y patinábamos incansablemente por el piso de madera, simulando ser otras. Presumíamos, con nombres falsos, de tener lo que no teníamos, nos adornábamos de innumerables virtudes, disfrutando con la imaginación del juego del teatro más antiguo del mundo.

En la calle, libre de coches, sin ruido de tráfico, jugábamos sin descanso, durante horas y horas, desde la salida de clase. En la escuela pública, nos daban un vaso de leche en polvo llena de grumos y, muy de tarde en tarde, una loncha de queso amarillento que mandaban “los americanos” para ayudar al Régimen vencedor. En la Asturias desolada del franquismo, para algunos de mis compañeros ése era un alimento nada despreciable que acallaba un rato el hambre de aquella miserable posguerra. En aquella escuela, la historia empezaba y terminaba en el glorioso pasado de reconquistas y cruzadas, vidas de héroes y mártires, a quienes debíamos emular, había que rezar al empezar y acabar la jornada, cantar el “Cara al sol” y otros himnos patrios…, pero no ponían tantos deberes como ahora. Y así, nada más salir, corríamos a casa a dejar el “cabás” y ya todo era jugar hasta el anochecer.

Al escondite y a la comba, al “cascajo” y a las prendas, a hacer comedias en los portales, disfrazadas con vestidos de papel de seda. Coleccionábamos envoltorios de caramelo, que alisábamos planchándolos con la uña del pulgar y, luego, los cambiábamos como si fueran cromos de verdad. Sentados en el bordillo de las aceras, nos prestábamos a diario tebeos y libros, que casi nunca se compraban, sino que se alquilaban en los kioscos por una “perrina”. Mis primeras lecturas, las que te marcan, las que me revelaron para siempre el tesoro de la literatura, fueron tan dispares en forma y contenido como “El Capitán Trueno”, “El guerrero del antifaz”, “Pumby”, “Celia”, “Antoñita la fantástica”… y el inefable “Guillermo” de Richmal Crompton, con quien aprendí a ser rebelde y a disfrutar el placer único de la transgresión a las normas estúpidas. Y en las cotidianas veladas nocturnas, bien apiñados al calor de la estufa de butano, seguíamos alimentando nuestro imaginario colectivo gracias a la radio, escuchando juntos celebrados espacios, con los que se identificaba toda la familia, como “Pepe Iglesias, el zorro” o “Matilde, Perico y Periquín”.

La villa de Mieres, encerrada entre montañas más pardas que verdes, bajo el polvillo persistente de los pozos de carbón, bordeada por el río Caudal, entonces completamente negro, se aparecía ante mis ojos de niña, sorprendentemente limpia y clara, anchas sus calles rectilíneas y con un sol tibio y pálido que, al final, salía siempre victorioso del cielo encapotado, como escenario luminoso de mis afectos más queridos. De su paisaje más sombrío guardo también ráfagas indelebles de situaciones desconcertantes que a aquella edad me resultaba imposible comprender: cuando la avenida de “La Pasera” se llenaba de guardias civiles y muchos policías camuflados de paisano entre un gentío, compuesto mayormente de niños y de mujeres, animados a acudir para ver pasar al Generalísimo, quien venía a pescar los salmones del Sella, engordados ex profeso a su mayor honra y gloria. Nunca llegamos a verle: sólo una fila interminable de enormes coches negros, sin ningún distintivo, que pasaban a todo meter, con las cortinillas echadas, y dejaban tras de sí los brazos en alto, a medio camino entre el vítor de unos y la maldición reprimida de los otros. O cuando las sirenas estremecían el pueblo con su temida alarma; luego, el silencio expectante acosado de preguntas y de miedo y, otra vez, la noticia maldita de los muertos en la mina. Veíamos sin entender nada los impresionantes entierros de los mineros sepultados, una procesión en completo silencio y sin rezos, los féretros flanqueados a la fuerza por los tricornios. Eran las mujeres deshechas en llanto, los puños cerrados, la seriedad indescriptible de las miradas.

El corazón de la cuenca minera, la Asturias profunda del sufrimiento y del coraje de dos revoluciones, fue en mi infancia ahora evocada el espacio mágico e  irrepetible, irreal y a la vez verdadero, de una calle de juegos hasta la caída del sol, un lugar donde la vida se colaba imparable, a pesar de todo.

 
Isabel Tejerina Lobo, Mieres, Asturias, 1949, es catedrática de la Escuela Universitaria de Magisterio de la Universidad de Cantabria. Vive y ejerce en Cantabria desde la edad de veintidós años. Especialista en Literatura Infantil y Juvenil, se siente bien en la tarea de formar maestros ilusionados con la valiosa tarea de la educación y se considera una privilegiada por vivir de una profesión que es sólo la continuación de su vieja pasión por los libros.

FRAUDE EN "VILLA MISERIA"


FRAUDE EN “VILLA MISERIA”

                                    Por ISABEL TEJERINA LOBO

 
                  (Taller de Dramaturgia de Juan Carlos Rubio. Palacio de Festivales. Marzo de 2009)

 

ACTO ÚNICO

 
          (Despacho en un modesto juzgado de pueblo en cualquier provincia de España.

          Es de reducidas dimensiones Paredes encaladas, estanterías abarrotadas de libros y papeles. Una mesa grande con sillón de madera, una silla ante ella. Ordenador y teléfono, pilas de documentos. Primera hora de la mañana de un día gris de invierno.

            Sentada en el sillón, una mujer joven, menuda. Va vestida con pantalones tejanos, americana de sport y botas de tacón bajo. Tiene aire y ademanes dulces, pero es muy decidida y resuelta. Es la jueza, se llama Andrea Martínez.

            Por el lateral,  entra el secretario del juzgado en el despacho. Se dirige hacia la mesa. El secretario es un hombre de mediana edad, más bien gordo, aire campechano y atuendo informal. Se llama Francisco Frutos) .

 
ANDREA

Buenos días, Francisco. (Le indica que se siente). Perdone que le llame con estas prisas, pero tengo que encargarle una tarea que no puede esperar.

FRANCISCO

Bueno…!! (Lanza un bufido) Pues tengo yo hoy un día… además de una cantidad enorme de trabajo atrasado, señoría, ya lo sabe usted.

ANDREA

Lo sé, lo sé. Tendrá que dejarlo todo y ponerse a esto.

FRANCISCO

¿Tan importante es?
 
ANDREA

Importantísimo. De momento, necesito que compruebe hoy mismo este listado de contratos de trabajo y de pagos a la Seguridad Social.

                 (Le entrega una montaña de expedientes)

 
FRANCISCO

¡Madre mía! ¿Qué es esto? Perdone usted, pero si no me da más datos.... (En tono tajante y un poco chulesco), no voy a poder empezar y menos aún terminarlo hoy.

ANDREA

Oiga usted Francisco, no me ponga tantas pegas desde primera hora de la mañana. Le voy a decir una cosa: usted a lo mejor se piensa que porque soy joven voy a permitirle faltarme al respeto así como así.  Se equivoca de medio a medio. Va a usted a revisar esos expedientes y lo va a empezar de inmediato.

No obstante, como va a resultar necesario para que comprenda la importancia de su misión, le voy a adelantar un detalle fundamental. Se trata de un posible fraude y además de una enorme envergadura.

FRANCISCO
 

                 (En un tono que pretende restar importancia a la pregunta)

 
¿Un posible fraude? ¿A quién? (Pausa) Y todos estos nombres ¿a quiénes corresponden? ¿A las víctimas?

 
ANDREA

Le parecerá increíble, pero esos nombres son los presuntos implicados. Son nada más y nada menos que 1700 vecinos, todos  de este pueblo.

 
FRANCISCO

¡¡ Pero eso es imposible!! Si este pueblo, y contando a los que sólo vienen cuatro días en verano,  tiene 4.000 habitantes. No me lo puedo creer. Tiene que haber un error. Y de los gordos.

ANDREA

Eso pensé yo también al principio. Qué más quisiera yo que no fuera cierto. (Pausa).  Se trata de un fraude a la Seguridad Social. Una trama bien urdida que lleva funcionando varios años y en la que hay varias empresas de construcción responsables directas de la estafa. Todas estas personas han pagado 1200 € a cambio de un contrato falso de trabajo y eso les ha permitido cobrar durante meses el subsidio de desempleo.

FRANCISCO

¡Santo cielo! Pero cómo va a ser posible semejante estafa con los controles que hay hoy en día? ¿Usted sabe lo que está diciendo?

ANDREA

Lo sé.

FRANCISCO


Perdone que se lo diga, pero... con toda franqueza..., usted no tiene mucha experiencia judicial, casi acaba de iniciar su carrera… me permito aconsejarla que vaya con sumo cuidado. Esto puede ser una bomba en el pueblo y si luego se demuestra que no es cierto…

ANDREA

Mire usted, Francisco, no se confunda de nuevo. Soy muy rigurosa en los procedimiento, más que muchos veteranos. Así que no se preocupe por mí, y ocúpese de hacer bien su cometido.
 

                (Andrea se levanta y se acerca a Francisco, quien permanece sentado).

 

FRANCISCO

              (Se levanta. Tiene el gesto contraído por la rabia, pero intenta disimular y habla en tono suave, fingidamente amable)

 
Disculpe si la he ofendido, no era mi intención. Pero es que tampoco no me he encontrado con algo así en toda mi vida. ¿Y cómo piensa proceder?

ANDREA

Voy a citarlos de cien en cien en cuanto usted compruebe los datos.


FRANCISCO

¡Madre del amor hermoso! No van a caber en el edificio; no puedo ni imaginarme el follón que se va a organizar… Esto requiere una organización impresionante y unos recursos que no tenemos.
 

ANDREA

Entonces, como es mucho jaleo, lo dejamos ¿no?

FRANCISCO

No quería decir eso, lo que planteo es que esto no se puede improvisar.

ANDREA

Nadie ha hablado de improvisar. Yo asumo la responsabilidad y solicitaremos más medios, todos los que sean necesarios.

FRANCISCO

Tiene usted razón, si al final lo de menos es el trabajo y el atasco fenomenal que se va a montar aquí.

ANDREA

Manos a la obra entonces. Ya estamos perdiendo demasiado tiempo. Si esto se demora,  los especuladores pueden enterarse que estoy encima y destruir las pruebas.

FRANCISCO

Sí, si enseguida voy. Pero déjeme decirle una cosa más.

 Lo que más me preocupa  es el drama humano que hay detrás de esto. A los empresarios, a los cabecillas  que los emplumen, que se pudran en la cárcel. Son unos estafadores sin escrúpulos que se aprovechan de la miseria y de la ignorancia de la gente. Pero, ¿qué pasa con los demás? Son gente humilde, no hay trabajo en ninguna parte, piense en su desamparado, la mayoría no saben leer ni escribir ni tienen donde caerse muertos. Señoría, piense que no en vano a este pueblo le llaman “Villa Miseria”.

Me está usted hablando de una estafa de supervivencia que no les saca de nada. Ese subsidio miserable, al lado de lo que roban todos los días los políticos corruptos y los especuladores del ladrillo, es el chocolate del loro…

ANDREA

¿Qué me quiere usted decir exactamente, Frutos?
 

FRANCISCO

Pues mire usted: a mí la verdad, cuando el hambre acucia, y más si es la de niños, me parece que para un padre desesperado …, menos matar… qué quiere que le diga... estamos hablando de un robo menor, de un dinerillo para ir tirando de mala manera; no sé si me explico… a mí me asaltan muchas dudas, se lo digo con el corazón.

ANDREA

Es una situación tremenda. ¿Cree que para mí esto es fácil? Llevo sin dormir una semana, pero ya he tomado una decisión. Por duro que resulte, no podemos defender la impunidad. La del rico todo el mundo la tiene clara, pero es que la del pobre tampoco se puede ignorar. No es justo para los que también lo pasan mal y no delinquen. Si permitimos su proliferación masiva sería el caos ¿no le parece?

FRANCISCO

Claro, claro, hay que ver todos los ángulos de las cosas, pero es que me cuesta condenar a la gente que no tiene nada, que nunca ha tenido una oportunidad en la vida. Por eso se lo digo.

Por otra parte, si se demuestra que estos parias tienen alguna culpa, que lo pongo yo muy en duda… ¿usted se lo ha pensado bien? Quiero decir, si efectivamente se comprueba el delito de esta pobre gente ¿qué piensa hacer con ellos? ¿Qué paguen una multa? Pero si no tienen un duro… ¿meterlos a todos en la cárcel?  Yo, además, pensaba que usted era de izquierdas…

 
               (Andrea hace un gesto para detener su verborrea. Pero Francisco sigue hablando sin freno).

 

La verdad le digo… No puedo entender por qué hace esto, más de uno va a pensar que no es por administrar justicia, sino por afán de notoriedad, por conseguir un prestigio nacional ante un escándalo de esta envergadura…

 
ANDREA

Usted qué es: ¿un cínico o un  ingenuo? Voy a pasar por alto la última descalificación sobre la búsqueda de un éxito personal. Me parece indignante y revela lo poco que me conoce. Decirle solamente que tiene usted unas ideas muy peregrinas sobre la izquierda y sobre la justicia. Y confunde abiertamente el sentimiento con la sensiblería.

 
FRANCISCO

Oiga, señoría, yo sólo pretendía hacerle ver…

 
ANDREA

Se toma usted muchas atribuciones y libertades que no le corresponden. Por otra parte, ocurre que lo que usted ve es una imagen parcial y muy cómoda de la realidad. A ver si se cree que yo no pienso en ese padre con niños pequeños, en esa madre que no tiene qué poner en la olla, en esos jóvenes sin futuro ni esperanzas… Jamás les olvido, sépalo usted. Lo que ocurre es que yo no me puedo permitir el lujo de participar de sus cómodos tópicos.

 
FRANCISCO

Perdone, no sé de qué tópicos me habla.
 

ANDREA

Se lo voy a explicar. Y de verdad que parece mentira que un secretario de justicia de su veteranía no tenga aún esto claro. Nuestra obligación es hacer respetar las leyes y administrar la justicia. Yo también creo que la justicia es parcial e imperfecta, y me indigna que tantos delitos graves queden impunes, se lo aseguro. Pero la ley es universal o no es ley, es para todos ¿entiende? Estas personas son pobres, pero no tontos. La gran mayoría sabía perfectamente que firmaba un documento falso. La ley es para los peces gordos y también para los peces chicos ¿Me sigue usted?

 (Francisco asiente).

 
Los pequeños delitos de los ciudadanos de a pie hacen mucho daño a la colectividad, aunque casi nadie se lo crea. Los descalabros en la economía del país arrastran a millones de víctimas invisibles, y muchas de ellas tan débiles y necesitadas como las que usted quiere amparar.

Cuestión distinta es la pena de cada uno de los implicados. Los cabecillas son los principales responsables y beneficiarios, no hay duda de ello, y lo tendrán que pagar muy caro. Sopesaremos con sumo cuidado qué hacer en cada caso. No es asunto menor y en buena parte la justicia depende de la calidad de la investigación. Yo confiaba en usted para culminarla con éxito, pero, la verdad,… estoy empezando a dudar de su firmeza, incluso he llegado a pensar que tiene algún interés en que este asunto no se destape…
 

FRANCISCO

¡Señoría! Me está usted ofendiendo. Si me permite, voy a retirarme y comenzar ahora mismo con las comprobaciones pertinentes.

 
ANDREA

Por ahí podíamos haber empezado. Retírese, y no se enfade, hombre. Eso sí, quiero el informe mañana a primera hora.

 
                 (Sale el secretario. A los pocos segundos, se oye en “off” su voz al teléfono. Habla rápido, nervioso, pero con gran firmeza)

 
FRANCISCO

Damián, soy Paco Frutos, avisa urgente a Carlos Artero y a los demás. La cosa está que arde. La jueza está sobre el tema; de un momento a otro va a empezar a detener y a tomar declaración a los vecinos. He intentado convencerla de todas las maneras y no ha habido forma. Está decidida a ir hasta el final. Yo me encargo del expediente...
 
 Quiero proponer 3 opciones para debatir en el Taller:
 

 1º cierre.- Yo me encargo del expediente, pero vosotros tenéis que ocuparos de ella. Una última cosa..., que no sufra. En el fondo me cae bien.

 

2º cierre.- Yo me encargo del expediente, vosotros id a la salida del colegio. Los niños de Infantil salen a las cinco en punto.

 
3º cierre- Yo me encargo del expediente. Vosotros, del resto. Es el momento de publicar aquella acusación de cobros irregulares que tuvo hace un par de años. No era muy consistente, pero tal como está el patio político, seguro que conseguimos que la releguen del caso. Mantenme informado. Adiós.

CARTA ABIERTA AL RECTOR DE LA UC


CARTA ABIERTA AL RECTOR

SOBRE MANUEL FRAGA EN LA UC

        

          Estimado Rector de la Universidad de Cantabria:

 

         Leo con cierta sorpresa y disgusto que los actuales dirigentes del CEUC han invitado a Manuel Fraga Iribarne como “Padre de la Constitución” para culminar el I Día del Alumno en nuestra Universidad, viernes 19 de octubre a las 12:00 horas en la Facultad de Derecho y Económicas.

          Más allá de la autonomía de los representantes de los estudiantes  y del derecho de toda persona a expresar de forma pacífica sus ideas y opiniones, incluidos quienes se enfrentaron con toda firmeza a su ejercicio y logro en nuestro país, me parece ésta una mala noticia para la UC, dada la destacada la significación del Sr. Fraga en relación con su negro pasado en la vida universitaria española.

         Aquella famosa frase suya de  “La calle es mía”, en no tan lejanos años, encerraba algo más que una expresión provocativa, casi chulesca: era la seria advertencia de que los universitarios (y por supuesto todos los sectores populares) no podíamos salir a la calle a reclamar las libertades democráticas y, como aún así, nos arriesgábamos, las inevitables consecuencias dictadas por este Ministro de la dictadura de Franco era la represión pura y dura: las cargas de los “grises”, las palizas en las comisarías, los expedientes académicos de expulsión, el estado de excepción, las multas gubernativas, los arrestos, los juicios penales, la cárcel…, la tortura incluso de su Brigada Político-Social para los más valientes y comprometidos.

         Hace falta acudir a la memoria histórica por un mínimo sentido de verdad y de justicia, por respeto a las víctimas que no pueden hablar, para no mixtificar burdamente el pasado y para que éste no vuelva a repetirse por simple ignorancia. Doctores tiene la UC para documentar de modo objetivo la trayectoria de Manuel Fraga y su acreditada capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos, incluyendo su falta de autocrítica por sus muchas acciones represivas y por supuesto no haber pedido perdón a nadie.

         No se trata ahora de que no pronuncie su conferencia, para pedir prohibiciones ya están todos los fanáticos y totalitarios (recordemos la arremetida contra el espectáculo “La Revelación” de Leo Bassi que nuestra Aula de Teatro programó el año pasado), sino de que nuestros jóvenes estudiantes sepan quién les dirige la palabra.

         Sabes, compañero Rector, que siempre me parece que el silencio es cómplice, por eso aunque a veces resulte poco cómodo hablar, te hago llegar una vez más mi voz discrepante a través de esta carta abierta.

         Recibe un cordial saludo, en Santander 17 de octubre de 2007

 

Fdo.: Isabel Tejerina

sábado, 5 de enero de 2013


LA SALUD ES LO PRIMERO

ISABEL TEJERINA

Portavoz de la Plataforma Ciudadanía contra la Exclusión Sanitaria
(Publicado en El Diario Montañés 31/12/2012)

                EL Gobierno del PP afirma que su gestión de la crisis que han creado los bancos es de valientes porque se atreven a tomar medidas controvertidas, pero imprescindibles, para asegurar nuestros servicios públicos. Así, los elevados recortes impuestos en la sanidad, la educación o la justicia. Vamos a centrarnos en este artículo en la primera de tales prioridades.

                El Real Decreto 16/2012 se intenta justificar en que hay que abordar el colapso de nuestro sistema público de salud. Se da por supuesto que su funcionamiento es catastrófico y que gracias a esta reforma el Ministerio va a economizar muchos gastos. La medida más significativa y radical es la que se recoge en su artículo 3. Establece el fin de un derecho esencial. Supone la exclusión de la asistencia sanitaria pública, salvo urgencias y embarazos, de todos los inmigrantes mayores de 18 años no registrados ni autorizados como residentes, lo que afecta a quienes no tienen ni trabajo ni papeles. No cotizan, no tienen derecho. En Cantabria, una de las comunidades donde se ha aplicado a rajatabla ha afectado a unos 5000 inmigrantes sin papeles… cinco mil personas.

                Hasta ahora teníamos en España y en Cantabria un sistema público de salud universal que contemplaba el derecho a que cualquier enfermo, con independencia de su condición legal o “ilegal”, fuera atendido con los tratamientos y fármacos requeridos. Según el Gobierno esta situación resulta insostenible, porque en una época de crisis financiera tienen que ahorrar en todos los capítulos, aunque se trate de algo tan básico como la salud de las personas. Y, al paso, deja extenderse la falacia, que le viene muy bien para justificar lo injustificable, de que los inmigrantes hacen un uso abusivo y fraudulento del sistema que no debemos ni podemos tolerar. Es falso que los trabajadores inmigrantes abusen de nuestros servicios sanitarios. Un informe de la Sociedad Española de Medicina de Familia (Semfyc) afirma que los inmigrantes son los que menos los utilizan, porque en su mayoría son jóvenes con buena salud; los que llegan son los más fuertes de sus familias. Además no se les está regalando nada. Miles de inmigrantes han trabajado muchos años aquí, han cotizado y pagado sus impuestos y si ahora no pueden aportar porque se han quedado en el paro, como los otros 6 millones de españoles, no es por gusto. Negarles la condición de asegurados, obligarles a pagar por ir al médico, es una discriminación y una nueva modalidad de estafa. La sanidad la pagamos todos, ellos también; se financia no sólo con los impuestos directos sino también con los indirectos que alcanzan hasta a la barra de pan de la familia más humilde.

                El Gobierno utiliza la estrategia de la confusión también con el llamado “turismo sanitario”. Están convencidos de que los ciudadanos no nos enteramos de la misa la media y que es fácil echarle también este sambenito a los trabajadores inmigrantes, cuando éste es un problema de mala gestión y responsabilidad exclusivamente suya. ¿Alguien puede esperar ya de su probada eficacia que se estén realizando inspecciones rigurosas y adoptando inteligentes iniciativas administrativas para evitar que ciudadanos de la Unión Europea vengan a operarse y beneficiarse de mil maneras de nuestras prestaciones de forma gratuita, cuando han estado cotizando en sus países de origen que, por cierto, son mucho más ricos que nosotros? En la misma línea, seguro que nuestros sagaces responsables políticos se están devanando los sesos para que acaudaladas mutuas y millonarias agencias de seguros paguen al Ministerio de Sanidad las muchas deudas atrasadas.

                El actual Gobierno maneja un ariete machacón contra nuestra resistencia a aceptar sus políticas y es el de echarle la culpa al anterior Gobierno. No voy a subscribir la política de la socialdemocracia de nuestro país, pero, ¡ya está bien!, que cada palo aguante su vela. Sus ignorantes testaferros reiteran día tras día, con absoluto desprecio a nuestra inteligencia, que su propósito es poner cordura para asegurar lo que se pueda de nuestro sistema de salud, cuando lo que vemos es el desmantelamiento y la deriva impetuosa hacia la privatización de nuestros servicios sociales.

                Es éste un Gobierno de políticos muy sensibles a las carencias de los más necesitados de acuerdo con sus arraigadas convicciones morales, muy conscientes del dolor que estas nuevas normas están causando, pero que no van a caer en ninguna debilidad sensiblera, ni siquiera en estas tradicionales fechas en que entonarán alegres villancicos de amor al prójimo bajo las blancas guirnaldas. No se van a arrepentir de nada porque tienen muy claras las prioridades. Y es que para sostener nuestro sistema no sirve el sentimentalismo con los inmigrantes en situación de precariedad, sino que debemos vacunarnos contra la solidaridad y también arrimar el hombro, todos a una, también los españoles, aceptando que el copago es imprescindible y que además de los fármacos tendremos que abonar otros muchos servicios, como el de ambulancias, porque la gente le ha tomado gusto a pasearse en camilla. Hemos de entender asimismo que, a partir de ahora, todo lo ellos valoren como deficitario o, por el contrario, sea susceptible de negocio rentable, se va a privatizar.

                Disfrutamos a placer de unos ministros y consejeros, a cual más antipático, que han sabido explicar que sus fulminantes decretos son necesarios y que la única forma de salir de la crisis es que los ciudadanos de a pie carguen con ella porque han vivido por encima de sus posibilidades. Asombra ver con qué aplomo adoptan medidas de extrema impopularidad sin que les tiemble el pulso, firmes en su defensa de los poderosos que atracan a los de abajo, inmutables a las indignadas demandas contra la impunidad y los privilegios de la clase política.           Resulta sorprendente la persistencia de este Gobierno en sus mentiras, su sumisión a los mandamases europeos y su falta de ideas para relanzar la economía y solucionar problemas, de modo que si expidieran un “certificado de cabreo” la cola sería más larga que la del paro.

                El derecho a la salud está en la Declaración de los Derechos Humanos, esos derechos que nuestro hipócrita Gobierno conmemora cada año. Es un derecho fundamental que corresponde a todas las personas humanas por el solo hecho de ser personas. No se puede vulnerar así como así. No se le puede negar a nadie, aunque no cotice, y como es un derecho básico tampoco se puede cobrar ni facturar a quien no tiene recursos.

                Es más que discutible que vayamos a ahorrar algo, seguramente va a ser al revés. Es más fácil prevenir que curar y mucho más barata la atención primaria que la de urgencias. La medida, a costa de mucho sufrimiento es de gran eficacia disuasoria, una forma de expulsión pasiva del país de quienes no tienen trabajo o recursos. De los que permanecen muchos enfermos no van al médico porque temen a la facturación, van aguantando como pueden. La peor situación la padecen quienes tienen enfermedades crónicas porque ya no se cubre el tratamiento ni las medicinas. Están condenados a no sanar.

                La exclusión sanitaria de los inmigrantes irregulares es una medida miserable, cara e ineficaz; va a colapsar los servicios de urgencia y va a originar problemas de salud que teníamos superados. Constituye un riesgo de contagio de enfermedades infecciosas (hepatitis, tuberculosis, VIH, etc.), porque no se van a controlar, porque los inmigrantes sin papeles a la fuerza se esconden.

                Menos mal que hay muchos sanitarios, médicos, enfermeras, auxiliares, administrativos, etc., que se han hecho objetores de conciencia porque no van a renegar de su juramento hipocrático que, entre otros grandes principios, dice: “La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”.

                Menos mal que no están solos, que hay gente comprometida dispuesta a acompañarles y a hacer ver que no debemos permitir este atropello, que no es una cuestión de caridad, sino de justicia.

                Menos mal que en su reciente Auto el Tribunal Constitucional nos ha dado la razón a nosotros y se la ha quitado al Gobierno. El TC ha avalado que el derecho constitucional de la salud debe prevalecer por encima del supuesto ahorro en la asistencia sanitaria y que esta discriminación no sólo afecta a la salud de este colectivo sino a la de todos nosotros.

                Menos mal que con sus decretos intolerables este Gobierno impulsa, a su pesar, la rebeldía y las fuerzas de los que sabemos que otro mundo es posible.

                La Consejería de Sanidad de Cantabria tiene que rectificar ya, porque la salud es de todos y para todos.