viernes, 3 de enero de 2014

MONTERO Rosa, La ridícula idea de no volver a verte


            (Seix Barral, Barcelona, 2013. Propiedad personal y prestable. También en BUC, División de Ciencias y División de Medicina)

            Un título desconcertante para un libro difícil de clasificar, que oscila entre la biografía y la memoria personal, con un poso de ensayo tejido en la urdimbre de una narración en primera persona.

            Esta frase del título, la ridícula idea de no volver a verte, se aleja de la rotunda definición que diera Vázquez Montalbán: “La muerte es una putada”, la que siempre nos viene a la mente a quienes superamos mal ese duelo inevitable. ¿Ridícula? Trágica más bien, nos resulta la idea. Y es que Rosa Montero habla de la muerte desde otra visión: como un momento de revelación, como algo natural y sin congoja. Un episodio extraordinario en el que puedes atisbar por un instante la grieta de lo verdadero. Nunca se siente uno tan auténtico, como en los nacimientos y en las muertes, nos dice. (p. 9)

            La enfermedad de su marido alentó la novela de ciencia ficción Lágrimas en la lluvia (Seix Barral, 2011) y el trallazo de su muerte prematura la escritura de este texto. Es la literatura como bálsamo para las heridas de la vida, su ejercicio como consuelo ante la amargura de la pérdida, una vez que la autora modificó su juicio anterior de que “era una indecencia hacer un uso artístico del propio dolor”. (p. 31)

            El cañamazo de esta obra es el comentario extenso y a saltos del diario escrito por Marie Curie tras la muerte accidental de su esposo (París, 30 de abril de 1906). Un relato donde se glosa la vida de esta mujer excepcional: las peripecias y enormes sacrificios de la pareja, en especial de Marie, consagrada con pasión al descubrimiento de la radiactividad, junto al análisis social de la época en el que se abordan con amenidad cuestiones relativas a ciencia y compromiso, amor y sexo, vida y dignidad, entre otras. En paralelo, la autora nos va desgranando su memoria personal y sus pensamientos, interrogantes y respuestas sobre la muerte, literatura, feminismo, educación o felicidad, desde la cercana voz narrativa de una confidente que nos regala moral y alegría de vivir.

            Me admira la entereza de Rosa Montero, la firmeza con la que se sobrepone al fin inexorable de la relación más larga de su vida, veintiún años juntos. Hay que aprender de ella. Y me sorprende lo poco que habla directamente de su marido, el periodista Pablo Lizcano, aunque sin duda sea su desaparición la situación que origina esta manifestación de reflexiones y sentimientos con la fuerza de la sinceridad y la emoción a flor de piel.

            En definitiva, un libro en torno a la muerte que trata, sobre todo, de la vida.

            “Confieso que, durante muchos años, consideré que era una indecencia hacer un uso artístico del propio dolor. Deploré que Eric Clapton compusiera “Tears in Heaven” (Lágrimas en el cielo), la canción dedicada a su hijo Conor, fallecido a los cuatro años de edad al caer de un piso 53 en Nueva York; y me incomodó que Isabel Allende publicara “Paula”, la  novela autobiográfica sobre la muerte de su hija. Para mí era como si estuvieran de algún modo traficando con esos dolores que hubieran debido ser tan puros. Pero luego, con el tiempo, he ido cambiando de opinión; de hecho, he llegado a la conclusión de que en realidad es algo que hacemos todos: aunque en mis novelas yo huya con especial ahínco de lo autobiográfico, simbólicamente me estoy lamiendo mis más profundas heridas. En el origen de la creatividad está el sufrimiento, el propio y el ajeno. El verdadero dolor es inefable, nos deja sordos y  mudos, está más allá de toda descripción y de todo consuelo. El verdadero dolor es una ballena demasiado grande para ser arponeada. Y sin embargo, y a pesar de ello, los escritores nos empeñamos en poner palabras en la nada. Arrojamos palabras como quien arroja piedrecitas a un pozo radiactivo hasta cegarlo”. (p. 31)