miércoles, 5 de noviembre de 2014

CIERRE DE LOS CINES GROUCHO ¡MENOS MADERA!

              
               Los cines Groucho de Santander han cerrado sus puertas el jueves 30 de octubre. Otra víctima de la crisis económica, la subida del IVA al 21 % y la insuficiencia de un público fiel, pero minoritario, para sostener la empresa. Tras diez años de andadura, la apuesta de José Pinar por un cine alternativo en el centro de nuestra ciudad, llega a su fin. ¡Qué pena! Nos había avisado varias veces; se quejaba amargamente y con fundamento de la competencia desleal y de la falta de ayudas institucionales. Y hace un año puso el cine en venta, sin resultado.
               Mi lamento no es sólo por un proyecto cultural que fracasa, otro más, es que con ello también perdemos todos.
               A partir de ahora se cierra un circuito europeo que nos daba la ocasión de presenciar un tipo de cine de producción modesta, pero al que han acudido grandes directores y magníficos intérpretes. En su programación hemos visto algunas de las mejores películas de los últimos años. Lo cierto es que se nos va a acabar en gran parte el cine de autor y la mirada crítica, que casi siempre está en las antípodas del cine comercial.
               A los Groucho hemos acudido durante todos estos años con la ilusión del estreno de las nominaciones y los premios de los mejores Festivales europeos: Berlinale, Cannes, Venecia, San Sebastián, Sundance, Seminci, Málaga. Hemos disfrutado películas excelentes, muchas de las cuales no han llegado a estrenarse, nunca, en otras salas. Enumero algunas de ellas por si se os presenta la coyuntura de verlas. Desde clásicos modernos como Adiós, muchachos de Louis Malle a las de tipo documental como Hanna Arendt de Margarethe von Trotta. Un cine europeo que nos ha dejado la huella indeleble de su belleza y de su testimonio como La cinta blanca y Amor de Michael Haneke, En la casa de François Ozon o La herida  de Fernando Franco. También acertadas coproducciones entre países europeos, La caza de Thomas Vinterberg (Dinamarca y Suecia) y de éstos con los de ámbitos más lejanos, este es el caso de La bicicleta verde de la directora Haifaa Al-Mansour (Arabia Saudí y Alemania). Y hemos descubierto cineastas más exóticos con filmes extraordinarios que nunca se pasarán en los locales de la rumia de palomitas y el sorbido de colas: El Havre del finlandés Aki Kaurismaki, De tal padre, tal hijo del japonés Hirokazu Kore-eda o Una vida sencilla de la china Ann Hui. Se nos aleja el buen cine con el que nos identificamos, el que nos refleja en su espejo o nos revela nuestras facetas más desconocidas. El que es siempre un placer y un  aprendizaje. Perdemos otra oportunidad la minoría, que no somos capaces de sostenerlo, y se quedan sin descubrirlo la mayoría, que todavía no saben que existe. Cada vez más solos, cada vez más incultos. Menos madera para nuestras ansias artísticas.

               ¿Para qué seguir este réquiem? Los cines con el nombre de Groucho Marx, que representa el humor ingenioso o corrosivo de quien dice lo que no es habitual escuchar, han perecido por falta de apoyo. Perdonen que no me levante.