(Libros del Asteroide, Barcelona, 2011 (1ª
ed. 1968) (BUC LHg, Extrabuc. VAS, J )
Este relato de
infancia con tintes autobiográficos es la obra más famosa de su autor y figura
entre las más reconocidas de la literatura brasileña.
Escritor autodidacta, nació en 1920, en Bangú,
Río de Janeiro, y murió en 1984, en Sao Paulo (Brasil). Pasó por muy diferentes
oficios: entrenador de boxeo, trabajador en haciendas, pescador, actor y
maestro e indagó a fondo en la historia y las tradiciones de su país. Hijo de
madre india y padre portugués, convivió con los garimpeiros, los indios y otros sectores oprimidos. Se inició como
cuentista oral hasta lograr convertirse en un escritor consagrado con una
veintena de libros.
De esta novela corta habla Román López Tamés
en su afortunada Introducción a la
Literatura Infantil (1985). La
destaca como obra pionera y un buen exponente de la narrativa iberoamericana en
busca de su propia voz, desde sus circunstancias propias, muy diferentes a las de
Europa. Por eso, tenía muchas ganas y curiosidad por leerla pero resultaba ilocalizable,
así que han pasado nada menos que treinta años para encontrarme con ella.
El niño Zezé vive
en la mayor de las pobrezas, como tantos otros de su entorno, pero esas
condiciones difíciles de supervivencia no le privan de una notable imaginación
y de una inteligencia que se manifiesta especialmente dotada para el lenguaje.
Fascinado por las palabras, aprende a leer él solo a los cinco años y exhibe unas
ganas inmensas de explorar y vivir. Parlotea y juega con su amigo imaginario,
el arbolito de naranja lima, despliega mimos y atenciones increíbles en el cuidado
de su hermanito pequeño y nos asombra por su velocidad en los aprendizajes.
No faltan
quienes aprecian sus ocurrencias verbales y le protegen por sus alocadas
travesuras: el tío Edmundo, su hermana Glória, el acaudalado Portuga, el
coplero Ariovaldo, su maestra Cecilia. Sin embargo, las penurias marcan el día
a día y son demasiadas las preguntas que no encuentran respuesta. Frío, hambre,
ningún juguete; rabia y amargura en la odiosa comparación con los felices niños
ricos. Lo que más le duele es la falta de ternura: ni hermanos ni amigos suplen
la distancia afectiva que le impone su papá, amargado por la falta de trabajo; nadie
puede curar a este bambino desolado
ante la paliza brutal de un padre que confunde la inocencia del niño con la
falta de respeto. Y es que la ignorancia se manifiesta como una de las mayores
carencias, es sin duda una de las peores cadenas del ser humano. Por eso, nos
da casi tanta pena el padre como el hijo.
Un libro lleno
de lirismo y de sonrisas tristes. El mundo desde la memoria del escritor adulto
en la mirada asombrada y curiosa del niño al que las injustas circunstancias
sociales hacen madurar a marchas forzadas. Se lee con facilidad, es hermoso en
su sencillez, pero quizás está, en mi opinión, algo sobrevalorado.
Su hermano Totoca le dice: “creo que el Niño Jesús
sólo quiso nacer pobre para exhibirse” (pág. 51) y su hermana Glória, tras
la triste cena de Navidad, “tenía los
ojos rojos, como si hubiera llorado desconsoladamente.
Disimuló,
y nos dijo a Totoca y a mí:
- Es hora de que los niños se vayan a la cama.
Decía eso
y nos miraba. Sabía que en aquel momento ya no había niños allí. Todos eran
mayores, mayores y tristes, y cenaban la misma tristeza en pedazos.” (págs. 52-53).