sábado, 14 de octubre de 2017

GÓMEZ NADAL Paco, Diario de cesiones

             


               Amargord Ediciones, Madrid, 2017

          En los últimos tiempos ha surgido en España y en Cantabria una pléyade de poetas muy jóvenes que me han vuelto a enamorar de la poesía. Voces potentes, cargadas de verdad, comprometidas.

            A Paco Gómez Nadal (Murcia, 1971) podríamos considerarlo su hermano mayor, además de infatigable divulgador de esta lírica contra corriente por el proyecto de la “Surada poética”. Periodista y escritor, activista y poeta, reúne, entre otros méritos, el de ser uno de los fundadores de la librería crítica “La vorágine” que ha revolucionado el ambiente cultural de Santander como espacio alternativo, abierto a los colectivos culturales y sociales en un clima cálido y no partidista.

            Ésta es su séptima obra, un diario de “cesiones” que, lejos de la renuncia, constituye un combate sin concesiones contra el sistema que nos oprime y un firme alegato de la terca resistencia que nos salva del naufragio.

            Desde la voz poética del yo se dirige al nosotros para expresar lo que somos y lo que queremos ser. En primer lugar, defiende la dignidad, la propia y la ajena, y afirma “la búsqueda incesante de la colectiva”. El libro lo integran 70 textos breves y densos, cada uno con un título sugerente, que nos animan a la rebeldía: “Sólo somos lo que ya hemos dejado de ser” y “sólo podemos ser lo que anhelamos sin miedo” (54). Asoman también el amor y la ternura que, junto a la conciencia y la “torpe manía de sobrevivir” evitarán el derrumbe. Y aunque no oculta momentos de tristeza y de impotencia de las que se sobrepone en la siguiente página, nos llama una y otra vez a desaprender la educación emocional adherida a nuestra piel, la que nos prohíbe la curiosidad y los sueños, la educación dirigida al triunfo social y la sumisión (63).

            En la Parte II, otorga cuerpo y alma a “los nadie”, a quienes bautizara Eduardo Galeano en aquel inolvidable microrrelato de “El libro de los abrazos”. La voz poética es ahora la del “nosotros”: “Somos los nadie, los que reímos y creamos, los que resistimos y luchamos” (97). Somos los que no nos rendimos, los porfiados y tenaces idealistas que vamos más allá de lo posible. Somos los trabajadores mal pagados y democráticamente explotados, los sin techo, los solidarios y bondadosos, los desendiosados, los artistas, “los nadie somos más que los muchos” (97). Sueña el poeta con el (des) gobierno de “los nadie”: “fundaremos las fuerzas de desorden público y nombraremos al frente de la dirección general de inseguridad a un inmigrante acostumbrado a asaltar fronteras y sofás de clase media.” (98)

            Prosa poética, énfasis y ritmo, imágenes y símbolos en cascada para expresar, rebuscando en lo hondo y sin esconder la amargura y las incertidumbres, el yo íntimo, el ideal colectivo y un corazón abierto al nosotros. He disfrutado mucho con la delación del poder establecido y con la proclamación de su derrota y, aunque,  a veces, atisbo cierta ingenuidad en metas ilusorias, me aferro a la esperanza y a quien irradia ánimo y pasión. Porque sabemos que nunca alcanzaremos la utopía, como escribió el mismo Galeano, pero nos hace falta para caminar, resulta imprescindible para seguir la lucha.


        Un único reproche a este poemario impecable: el uso del género femenino para incluir al masculino. No comparto, como feminista, esta moda cuya única virtud, en mi modesta opinión, es que este provocador ataque a la gramática llama poderosamente la atención. Pero por mucho que sea el empeño, “nosotras” no incluye a los varones y su uso nos confunde a los hablantes.