Cuestionario de preguntas sobre Memoria Histórica realizadas
por los alumnos de 2º de Bachillerato del IES “Javier Orbe Cano” de Los Corrales de Buelna (2ª parte)
¿Debe aceptarse la injusticia (asesinatos, torturas, desapariciones…) para tener Paz?. (¿En el caso del terrorismo deben los presos ser perdonados y salir de las cárceles para propiciar un clima de concordia y buenas intenciones?)
¿Debe aceptarse la injusticia (asesinatos, torturas, desapariciones…) para tener Paz?. (¿En el caso del terrorismo deben los presos ser perdonados y salir de las cárceles para propiciar un clima de concordia y buenas intenciones?)
Tenemos que luchar siempre contra la
injusticia y las violaciones a los derechos humanos, aquí y en todo el mundo.
La paz tiene que edificarse sobre la dignidad y la reparación. Ahora bien, rechazo
la cadena perpetua y, por supuesto, la pena de muerte. No soy partidaria de la
venganza y de los deseos de revancha y creo que hay que dar una oportunidad a
la reinserción de los terroristas que han cumplido largos años de condena y han
pedido perdón a las víctimas.
¿Qué opina sobre las posiciones que reivindican el olvido de la historia,
el olvido del conflicto, el olvido de la Dictadura?
Creo
que algunas personas tal vez las defienden por falta de conocimiento, pero la
mayoría lo hace por intereses muy concretos. A éstos últimos les ha venido y les viene muy bien hablar de
reconciliación, paz social y de no abrir heridas. Son los herederos del
franquismo, a los que mucha gente acrítica y silenciosa les ha permitido seguir
con esta cantilena cínica. Incluso algunos sectores de izquierda han apoyado
estas posturas o no han defendido con la suficiente contundencia la restitución
debida. Se apela al perdón y a la convivencia pacífica sin que se reconozcan en
modo alguno las culpas y los culpables.
Nuestra
democracia es muy incompleta también en este aspecto, las ideas del antiguo
Régimen y la justificación de sus delitos siguen vivas y en el candelero de la
política actual. Uno de los argumentos
que más repiten es que en la guerra hubo desmanes en ambos bandos. Y,
efectivamente, esto es cierto, pero hay que situarlo en su debida dimensión. De
ningún modo hechos aislados pueden servir para enmascarar que los republicanos
luchaban para defender la legalidad de un Gobierno elegido en las urnas,
mientras que los nacionales se levantaron al lado de un general golpista, esto
es, a sangre y fuego contra lo que el pueblo había votado y decidido.
¿Qué opinión le merecen las palabras de Miguel Ángel Rodríguez, portavoz
del gobierno de Aznar?: “En plena época de Internet y de la Play Station, es
estúpido que a estas alturas estemos recordando lo que pasó hace 70 años.”
Este
personaje es muy representativo de la arrogancia y de la falta de respeto de la
derecha española a la verdad histórica y a la dignidad de las víctimas del
golpe militar.
Los
franquistas han sido inmisericordes y se han negado siempre a reconocer los
atropellos y asesinatos de su Glorioso Alzamiento y, más grave aún, de las
atrocidades y la violencia feroz del Estado hacia los vencidos con los
fusilamientos en masa y las durísimas penas en la cárcel en los años más duros
de la posguerra. Y sin dar tregua, la represión con torturas, vejaciones,
cárcel, y falta absoluta de derechos durante los cuarenta años de dictadura que
hemos padecido.
¿La Transición
Española ha sido tan “modélica” como nos quieren hacer creer? ¿Hubo verdadera
reconciliación en ella?
La Transición, tan citada como modelo de evolución política,
creo que fue una negociación en la que se hicieron demasiadas concesiones.
Estoy entre quienes la vimos en su día, y la seguimos interpretando hoy con muchos
otros, como el resultado de una “reforma” en la que los poderes fácticos
jugaron bien sus cartas para que el dominio siguiera en manos de los de
siempre, mientras que la izquierda reformista (PSOE y PCE) cedió más terreno
del aceptable al admitir que no se desmantelara el aparato de estado del
franquismo y que nos impusieran la monarquía designada por el dictador, además
de renunciar a la mayoría de las demandas del movimiento obrero, que se había
dejado la piel en la lucha. Los Pactos de La Moncloa, el conciliábulo del
consenso y el compromiso de la paz social marcaron el inicio de la
desmovilización de masas y el arraigo de un sindicalismo que renegó de la lucha
combativa para abonarse a la gestión. Ahí perdimos mucho terreno.
Hay
que subrayar que la violencia estatal y ultraderechista reprimió a fondo a
quienes luchábamos por la “ruptura” en contra de las muchas renuncias de la
“reforma” y que hubo cientos de detenidos y varios muertos en esta transición.
Entre esas renuncias pactadas, el tema que nos ocupa: el que no se estableciera
la debida restitución a las víctimas de la guerra civil y de la dictadura
franquista.
¿Debe la
Iglesia (“Caídos por Dios y por España”) pedir perdón por apoyar el golpe
militar, la Dictadura franquista y la feroz represión que ésta ejerció sobre
los españoles? ¿Acaso la Iglesia no ensalza a unas víctimas con beatificaciones
y canonizaciones y olvida a otros que sufrieron la represión franquista?
¿No le resulta
sorprendente que la Iglesia Católica (Conferencia Episcopal) no haya condenado
la Dictadura Franquista?
La Iglesia Católica apoyó el golpe
militar desde su origen y la jerarquía eclesiástica, con Pio XII a la cabeza,
justificó todos sus desmanes contra el pueblo español. La Iglesia se fundió con
el bando nacional y lo justificó con
todas las consecuencias en contra de la legalidad republicana.
Tras
la victoria militar, la Iglesia apareció desde el primer momento como el apoyo
más firme del nuevo Régimen y bendijo todas sus decisiones dictatoriales.
Franco era el “Caudillo de España por la gracia de Dios” y España se
consideraba la “Reserva espiritual de Occidente”. En el nuevo Estado
confesional, férreamente católico, todos los españoles estaban obligados a
bautizarse y a recibir catequesis desde la más tierna infancia. No había más
religión que una ni más verdad que la impuesta por el clero. El resto era
persecución, castigo, excomunión. Curas y monjas colaboraron con mano firme en
la humillación y la represión contra “los rojos” y en el adoctrinamiento
obligado y forzoso en todas y cada una
de las instituciones, empezando por las cárceles, y con particular dedicación
en la enseñanza que, tras liquidar a la escuela pública y laica, quedó mayoritariamente bajo su férula.
La
Iglesia católica ha sido poco partidaria de la Ley de Memoria Histórica a la
que ha tildado de “innecesaria” y de peligro para la “armonía fraterna” y es
firme defensora de la teoría de lo que ellos llaman la “reconciliación” y la
“convivencia pacífica”, sin la necesaria restitución a los miles de víctimas
republicanas. La Conferencia Episcopal, por ejemplo, a la que se dirigió el
juez Garzón, puso bastantes obstáculos a su investigación en las parroquias para
la identificación de los fusilados y desaparecidos a partir del 18 de julio de
1936.
Por
supuesto que tendría que pedir perdón por su estrecha alianza con el Alzamiento
y con la Dictadura, pero de momento se resiste a ello. Han estado bien en la
dictadura y están bien como están en esta democracia cada día más reducida. Sin
hacerse responsables de su participación en los crímenes y viviendo a lo grande
en un Estado supuestamente aconfesional, en el que continúa vigente el
Concordato Iglesia-Estado, y donde se mantienen sus privilegios económicos así
como los rituales católicos oficiales, que
atentan contra la libertad de creencias. Siempre hablan de paz y convivencia,
pero las muestras que la jerarquía eclesiástica ha dado, y sigue dando, de
intolerancia y de fanatismo son incontables.
No
me sorprende en absoluto que la Conferencia Episcopal no haya condenado la
dictadura franquista. Y ya va siendo hora. Para ello tendría que revisar su
propia ejecutoria histórica y arrepentirse. Tendrían que renegar de valores de
la dictadura que siguen sosteniendo en muchos campos, cambiar la mentalidad de la
mayoría de sus obispos y las posiciones que mantienen respecto a diferentes
temas de la vida pública. Por ejemplo, sus ideas sobre la homosexualidad, el
sexo o el aborto son extremadamente reaccionarias.
¿No es cierto
que además de en una severa crisis económica, nos encontramos en una brutal crisis
ética? ( Y ¡cuidado! al que proteste se le apalea, se le insulta, se le multa
administrativamente, se le lleva a comisaría, se le pisotea, se le demoniza…).
Hay
aumento claro de la represión, detenciones y malos tratos en las calles, nuevas
medidas muy dañinas como la atribución de funciones a los vigilantes de
seguridad, multas y sanciones económicas y, para colmo, el proyecto de ley
“mordaza” de Gallardón para intentar acallar las voces y frenar la indignación
creciente contra la corrupción, los recortes, los abusos de la banca o la
prohibición del aborto libre.
Hay
que prepararse para conjurar estas nuevas barreras. En esta línea, ha
nacido recientemente un organismo
unitario, “Libres. Asamblea Cántabra por
las Libertades y contra la Represión”, que contempla asesoramiento jurídico y
la creación de una caja de resistencia para que la gente tenga una defensa y
pueda seguir en la lucha.
¿No tiene la
sensación de que quienes gobiernan intentan resucitar la oscuridad tenebrosa
del Franquismo? (Lo digo porque un pacífico escrache es un acto violento, pero
no es en absoluto violento echar de sus casas, trabajos, estudios, ilusiones a
millones de personas; invitar forzosamente a la emigración a miles de jóvenes,
condenar al paro de por vida a quienes tienen más de 50 años, impedir a las
mujeres que decidan sobre la maternidad, fomentar la corrupción…La policía te
puede apalear en cualquier sitio (Gamonal, Atocha, Plaza de Cataluña…) no pasa
nada, la culpa es tuya, estabas muy bien en tu casita… Los jueces tardan años
en procesar y abrir juicio a los corruptos y así prescriben los delitos de los
poderosos… El acceso a la Universidad se ha convertido en algo muy difícil para
la mayoría… Los hospitales de la red pública de Sanidad están siendo
privatizados y entregados a empresas que anteponen el beneficio económico a la
salud de la población…
Efectivamente,
están aprovechando la crisis para despojarnos de lo que hemos conseguido con
enorme esfuerzo en derechos y servicios sociales públicos, a lo largo de muchos
años. Lo que, para la inmensa mayoría, ya era un maltrecho estado de bienestar se
ha venido abajo.
Es
intolerable que sean los más débiles quienes paguen los platos rotos mientras
los oligarcas son subvencionados y continúan obteniendo ingentes beneficios a
costa de la ruina de muchos. Resulta indignante que los políticos y los
banqueros no hayan renunciado a privilegios ni se hayan bajado sus abusivos
sueldos y que los corruptos no devuelvan el dinero robado y se mofen de
nosotros en la cara. Se aumentan los impuestos y los precios, no se conceden créditos,
se privatiza la sanidad para hacer negocio con ella, se retira la tarjeta
sanitaria a los inmigrantes sin recursos, se recortan las libertades
democráticas y se aprestan a encarcelar y a multar a quienes se resisten al
expolio. Como elemento positivo, ha aumentado la resistencia y la desobediencia
civil en nuestra región con el impulso de las “mareas” y la creación de activas
Plataformas como la de los Afectados por la Hipoteca o la de Ciudadanía contra
la Exclusión Sanitaria.
Es
verdad que esto no es una crisis, sino que es una estafa. Ante ella, os animo a
seguir con las preguntas y la búsqueda de respuestas y a seguir en la brecha.
Porque ya se sabe: Si luchas puedes perder, pero si no luchas, estás perdido.