miércoles, 26 de junio de 2013

WALSER Robert, Poemas. Blancanieves


            Editorial Icaria, Barcelona, 1997. (BUC. 830-1 WAL, R.)

            Me acerqué a este libro por mera curiosidad, porque alguien me citó a este casi desconocido autor suizo, que nació en Biel en 1878 y murió en Herisau en 1956, como su poeta preferido. Robert Walser fue una persona muy especial. Tiene un porte aristocrático en una figura desvalida y ejerció todo tipo de empleos para subsistir. Lo encontraron muerto en la nieve, no lejos del manicomio donde pasó los veintitrés últimos años de su vida.

            Fue siempre un marginado. Lo peculiar es que da la impresión de que tal vez lo fue voluntariamente: “Yo me hago mi camino,/ que lleva cerca y lejos;/ sin voz y sin palabra,/en el margen estoy.” (p. 42).

             Los poemas, entre la parodia, la melancolía y la reflexión crítica, me parecen muy buenos; cuarenta composiciones que pertenecen a su primera época que permanecía, hasta esta edición, inédita en España. Por el contrario, el drama en verso sobre el famoso cuento popular que completa el libro no me ha gustado nada.

            Walser escribió también algunas novelas, bastante apreciadas por la crítica, como Los hermanos Tanner y El ayudante.

            En la siguiente composición puede apreciarse algo de su filosofía. Un conjunto de ideas acertadas para vencer las prisas de nuestro tiempo:

 SERENIDAD

Desde que decidí
abandonarme al tiempo, siento en mí
un cálido sosiego.
Desde que decidí
burlarme de las horas y los días,
terminaron mis quejas.
Me he quitado la carga
de las culpas que tanto daño me hacen
con una frase clara:
quiera extinguirse o no,
el tiempo es el tiempo,
siempre encuentra a un valiente como yo
en el sitio de siempre.
(…)
Tan sólo sé que aquí se está tranquilo,
libre de prisas y de afanes libre,
que estoy bien y puedo despreocuparme,
sin que haya un tiempo que mida el tiempo.
(p. 32)

 

DONOSO José, La desesperanza


              Editorial Seix Barral, Barcelona, 1986. (BUC. 860-3, DON, J.)

             Esta novela del reconocido escritor chileno (Santiago de Chile, 1924-1996), que formó parte del llamado "boom latinoamericano" de los años sesenta y recibió el Premio Nacional de Literatura en 1990, registra, desde la amargura, la tragedia del país andino tras el sangriento golpe de estado del general Pinochet contra el Gobierno de la Unidad Popular.

            Mañungo Vera, un cantautor de izquierdas, podría ser el álter ego del autor, un personaje sumido en sus conflictos personales y lleno de incertidumbre en el terreno político, que se mueve como un barco a la deriva entre sus ideales y sus contradicciones, tratando de salvar su dignidad humillada, aunque no del todo perdida. Un protagonista que, como el mismo autor, regresa a la capital de Chile, después de un largo exilio impuesto por él mismo, el día de la muerte de Matilde Urrutia, la viuda de Pablo Neruda, la mujer que le inspiró “Los versos del capitán”, entre cuyos inolvidables poemas se encuentra “Tu risa”, la alegría que los tiranos nunca podrían arrebatarle.

             A través del encuentro con los viejos amigos en un velatorio que los reúne a pesar de la persecución y la vida vigilada; un recorrido por la ciudad bajo la bota militar de toque en toque de queda y los preparativos de un funeral prohibido, que se convierte en un improvisado símbolo de resistencia, Donoso traza la crónica literaria de una realidad que le resulta desesperante y atroz y que rebosa desesperanza.

             Pocos personajes, pero de gran calado en unas vidas llenas de cicatrices y derrotas. Entre ellos, el erudito Celedonio, el poeta fracasado Lopito y Judith, una mujer preciosa y de acaudalada familia, militante radical un algo suicida, que se entrega a la causa revolucionaria con una generosidad y vitalismo excepcionales. Es el contrapunto del protagonista, quien la adora y la compadece.

             La novela, tan atractiva por su calidad literaria como sombría en su visión del mundo, combina la unión entre un pasado soñado y una pesadilla presente en un espacio urbano perdido para siempre. Autor y personaje representan la imagen del desencanto de antiguas militancias de las que se han distanciado, física e ideológicamente, que se enfrentan al dolor inesperado de un sentimiento de culpa por no haber padecido como sus compañeros el vergajo de la dictadura, sin encontrar salida en el camino.

            Donoso seguramente nunca creyó en el valor de la rebeldía ni vibró con las palabras de despedida de Salvador Allende ante el asalto militar al Palacio de la Moneda: “no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen ni con la fuerza” (…) “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas”. Por el contrario, la siguiente cita de su personaje, en la que establece un paralelismo entre los luchadores chilenos y los republicanos españoles, creo que refleja bastante bien su hondo escepticismo y desaliento:

 (…) “a cada revés del régimen repetían: “¿Ven? Esto se acaba”, y no se acababa absolutamente nada aunque estadios enteros gritaran “Y va a caer” durante los partidos de fútbol, y cada horror y cada escándalo se iba sepultando en el olvido para que todo siguiera igual, enquistado, monolítico pese a las fisuras que desembocaban en el monótono cambiar de un personaje por otro exactamente equivalente. Estábamos todos con el dedo índice corto, decía Lopito, como los republicanos españoles que golpeándolo contra la mesa repitieron durante cuarenta años de exilio: “este año cae Franco…, este año cae Franco…”, y el desgaste de ese inútil énfasis les fue acortando el índice de tanto golpear, y Franco no cayó y se quedaron los pobres rojillos con las esperanzas pudriéndoseles adentro mientras sus prohombres morían y mutaban las pasiones y las ideas se avejentaban…, idéntico a lo que les estaba pasando a los chilenos empecinados en no perder la esperanza, que era lo único que era necesario perder para comenzar otra vez desde cero, y asumir la desesperanza ahora manifestada en esporádicos brotes de violencia sin sentido a que la intolerable represión del régimen los empujaba.” (pág. 261).

martes, 18 de junio de 2013

VARGAS LLOSA, Mario, La verdad de las mentiras



VARGAS  LLOSA, Mario, La verdad de las mentiras, Alfaguara, Madrid, 2002.
            (BUC. 82-3 VAR, M.)
            
            Este libro agrupa recensiones de treinta y cinco novelas sobresalientes del siglo XX, las cuales aparecen en su orden cronológico de publicación. Se inicia con El corazón de las tinieblas de Conrad (1902) y culmina con Sostiene Pereira de Tabucci (1994).
            Son críticas profundas que contextualizan bien la obra en su tiempo y la proyectan en el actual, relacionándola con otras creaciones y analizando su técnica y su contenido desde muy diversos aspectos. Las ideas y opiniones del autor se manifiestan y argumentan con profusión. Así, su defensa de la libertad individual a todo trance; también su desencanto y rechazo actual respecto a las ideas revolucionarias se sobreentiende o queda explícito.
            El gran escritor de novelas, que para mí han sido tan reveladoras como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral o La fiesta del chivo, demuestra también como crítico la fuerza de su pluma magistral, aunque a algunos de sus muchos admiradores nos disguste que haya cambiado tanto las ideas progresistas de antaño y no deje de sorprendernos con sus alegatos en favor del capitalismo neoliberal o por su fervor hacia la política de Margaret Thatcher. El caso es que las glosas aquí recogidas están tan bien escritas que, en lugar de animarme a la tarea, me han desmoralizado un poco para realizar mis humildes comentarios. Seguro que, si no me olvido de su modelo, me van a resultar inevitablemente superficiales e incompletos.
La compilación de críticas literarias está compuesta a lo largo de varios años y firmada en diferentes ciudades y países donde Vargas Llosa ha residido: Lima, Tumbes, Washintong, París; la mayoría se localizan en Londres.
He leído solamente los ensayos referentes a las novelas más recordadas y disfrutadas por mí, entre otras: Un mundo feliz de Huxley, El extranjero de Camus, El viejo y el mar de Hemingway, El cuaderno dorado de Lessing, Opiniones de un payaso de Böll o Sostiene Pereira de Tabucci.
Contiene el volumen un prólogo apasionado sobre el sentido de la ficción, precisamente el que recoge el título del libro, y un epílogo sobre la literatura y la vida, donde insiste con lucidez en las razones del placer de la lectura.


















HOMENAJE A FELIPE MATARRANZ


            Este sábado de primavera, 15 de junio de 2013, se celebra en Colombres, pueblo limítrofe entre Cantabria y Asturias, un nuevo homenaje a un luchador que ha resistido todas las penalidades imaginables como precio por su lealtad a la causa republicana.
            Felipe Matarranz tiene 97 años bien cumplidos. Los lleva airoso con la cabeza erguida y lúcida, y todos sus amigos confiamos en que, al paso que va, llegará a ser el más viejo del mundo, como lo es hoy la japonesa Misao Okawa con sus 115 aniversarios. Este anciano rebelde es un hombre afable y sin odio, que guarda la huella y la memoria de la lucha del pueblo español contra el fascismo. Un símbolo vivo, entre tantos muertos, de nuestra cruel guerra y, también, de la posguerra, más cruel aún, porque los vencedores del levantamiento militar contra la República ya no se jugaban nada y, sin embargo, o quizás por ello, mostraron el desprecio criminal a la condición humana y se ensañaron como fieras con los vencidos y sus familias.
            Sabemos poco todavía de aquella guerra “incivil” y menos todavía de la década del espanto mudo, los diez primeros años de la paz franquista. Demasiados muertos sin sepultura, demasiados silencios de la gente aplastada, demasiados pactos contra la memoria histórica en nuestra descafeinada democracia. Impunidad para los verdugos y ninguna reparación a las víctimas Por eso impresiona tanto la lectura del testimonio de este protagonista, publicado en La Habana en 1987: “Manuscrito de un superviviente”. Es la verdad descarnada y a cara perro de una tragedia colectiva y personal que narra con una prosa cuidada y emocionante, desde la pluma esforzada de un hombre sin estudios que posee la sabiduría del dolor y de la experiencia marcada a fuego.
            En la guerra, un chavalín entusiasta: el hambre, el frío, la lucha sin oficiales con formación adecuada, sin avituallamiento, sin hospitales de campaña, y el combate con viejos fusiles y escopetas de caza contra los aviones alemanes. Su ardor es traspasado por un balazo y le dan por muerto. En la postguerra, la juventud entre rejas: la cárcel negra, más hambre insoportable, más frío gélido, meses de incomunicación por no delatar a los camaradas, trabajo extenuante, ensañamiento de los guardianes, tortura sin freno: palizas con vergajos de toro, corrientes eléctricas, picana. Consejo de Guerra en Torrelavega en el que le condenan a muerte a los 22 años, meses a la espera angustiosa de la ejecución; y tras la conmutación por cadena perpetua, otro Consejo de Guerra y una segunda condena a muerte. Condiciones infrahumanas en mazmorras franquistas en las que matar 500 piojos al día era normal, había que hacer las necesidades en el “zambullo“, un caldero de zinc a la vista de todos, y comer sólo la bazofia carcelaria. Su gran envergadura física queda reducida a 32 kilos de peso, un esqueleto que no se tenía en pie. El suplicio cotidiano encima se aderezaba con la farsa de la misa obligatoria y la lectura del periódico de titulo sádico: “Redención”, que para mayor escarnio suponía la eliminación de las visitas para el preso que se negara a subscribirlo.
            Así que una noche, el que cantaba a la vida y al progreso para todos, intenta un suicidio para escapar de aquel sufrimiento sin esperanza, para no ver morir a los compañeros de avitaminosis, para no seguir escuchando aquel desgarrador: “hasta nunca”, con el que los seleccionados para las “sacas” se despedían para siempre. Felipe los contó uno a uno: mil novecientos treinta y tres reclusos fueron fusilados en los distintos penales en que estuvo preso.
            Uno se pregunta cómo pudo aquel pobre muchacho sobrevivir a este sinfín de horrores y viéndole ahora deduces que ha sido por su enorme coraje, su resistencia física y moral y, sobre todo, por sus convicciones, por la fuerza de sus ideales revolucionarios. Por encima de todo, hay una grandeza en esta persona que te sobrecoge y es que, además de su entrega a los valores de la justicia y la libertad, las duras pruebas infligidas a su cuerpo y las cicatrices tatuadas en su alma no le han llevado al rencor ni a la amargura.
            Es un ser extraordinario y modesto que ha conseguido superar la tristeza de la derrota, la opresión y explotación de la cárcel, el miedo al chivatazo del vecino, el deseo de venganza y las vicisitudes del tiempo de su difícil función como “enlace” de los maquis en la sierra de Cuera y sus alrededores. Con más esfuerzo si cabe, se ha enfrentado al estupor doloroso ante el olvido y el abandono de los últimos guerrilleros refugiados en los montes por parte del gobierno republicano en el exilio y de la dirección del partido comunista.
            Un hombre duro y tierno a la vez, que siempre esconde una lágrima cuando te cuenta el calvario de su madre, la pena infinita por esa “viejina y mártir” que soporta como puede toda la represión despiadada contra él y sus hermanos: el campo de concentración de su hermano Cosme; la disparatada condena a muerte de su hermana Antolina por coser los uniformes de los soldados “rojos”, o ese episodio conmovedor cuando, sin comida y sin dinero, se pone en camino desde La Franca a La Felguera dispuesta a recorrer a pie los ciento cuarenta kilómetros que la separan de su hijo herido e ingresado en el hospital asturiano.
            Compañero Felipe eres, en estos tiempos de escepticismo y escaso compromiso, una “rara avis”. “Capitán Lobo”, me alegra la coincidencia de mi apellido materno con tu más conocido apodo, representas un claro ejemplo de la resistencia del espíritu humano. Has tenido que sufrir más que nadie con la perversión de nuestra utopía más querida, la comunista, aunque nunca te has dejado dominar por el derrotismo pesimista de que no merece la pena tanto esfuerzo y sacrificio y alimentas día a día un optimismo basado en que los sueños nunca se alcanzan, pero nos permiten avanzar, y en la máxima de Cicerón sobre que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Te damos las gracias.

 

miércoles, 5 de junio de 2013

PAYASOS DE HOSPITAL. PUPACLOWN


            Los payasos iban despertando las sonrisas en los pasillos silenciosos, iluminaban con sus cuentos las caras pálidas de los niños enfermos y levantaban el ánimo de los padres entristecidos. La risa es terapéutica, demostraron.
            Una mañana, sin pedir permiso, el payaso más atrevido se colocó debajo de la cama de un niño que lloraba aterrado porque le iban a practicar una punción lumbar. Asomó su narizota roja y su ternura cómica, mostrándole al pequeño una cajita: “¡Mira, mira, cómo se esconde la araña! Ya verás, si estamos muy, muy quietos la vamos a engañar y seguro que se asomará”. El niño quedó expectante y no se movió más, por ello no sintió ningún dolor. A partir de aquel día, los médicos y las enfermeras reclamaron la presencia imprescindible de los Payasos de Hospital. Y de una labor de voluntariado, iniciada en 1998 y apuntalada en la pura generosidad, se pasó en el Hospital Virgen de la Arrixaca a la consolidación de un nuevo recurso sanitario. Como en Murcia, ocurrió en muchas otras ciudades.
            Así comenzó la función, pero eso no fue todo. De la misma imaginación creadora y solidaria nació un nuevo cuento: Érase una vez un niño ciego que veía los colores, una niña sorda que escuchaba las voces, un joven paralítico que tenía reservado el mejor lugar de la platea. Érase una vez un teatro destinado a la infancia, concebido, desde la primera piedra, para que al mismo puedan asistir, también, los niños enfermos y los que viven cualquier discapacidad. Un centro para disfrutar el teatro sin discriminación, desde la butaca, la silla de ruedas o la camilla, en el que los espectáculos son audiodescritos e interpretados en lengua de signos.
            Durante una larga travesía de siete años (desde el 2003 hasta el 2010), estos locos Payasos de Hospital hablaron con todos los amigos y profesionales a su alcance, recorrieron sedes institucionales y visitaron los despachos de empresarios y banqueros. Mucha ilusión y talento, montañas de tenacidad, fe en las posibilidades del proyecto y en la sensibilidad de la gente, alegría de vivir.
            El sueño se hizo realidad y se llama Centro Escénico Infantil y Juvenil “Pupaclown”. Es un edificio precioso, azul y rosa, que alberga un gran espacio dedicado a talleres y una espléndida sala semicircular con 300 sillas de colores bajo una cúpula tachonada de estrellas. No existen obstáculos ni escaleras, se accede mediante suaves rampas, todo está cuidado y pensado hasta el mínimo detalle. Está situado en el Barrio de San Basilio de la capital murciana y hasta el nombre de la calle le viene al pelo: Federico García Lorca.
            Allí se dejan el alma cada día, Pepa, Alfonso y otros estupendos actores y actrices profesionales, dirigidos por Juan Pedro Romera, a quien conozco hace una friolera de años (cuando inicié mi investigación en el teatro infantil), y cuya estela sigo desde entonces, porque su trabajo como dramaturgo, director de escena y actor destila calidad y revela un profundo respeto por los niños. “Pupaclown” ofrece una variada programación seis días a la semana, ahí es nada, en la que participan las mejores compañías de España y algunas extranjeras que se dedican a este público tan exigente como sincero.
            Hay mucha inteligencia, pasión e ideas originales. Han creado un Banco Solidario para que podamos regalar medios y entradas a niños sin recursos, diseñan divertidos programas de mano con lenguaje poético y han iniciado talleres integrales de artes escénicas para niños y niñas discapacitados visuales, auditivos, motóricos y sin discapacidad alguna, en los que ellos mismos inventan la historia, construyen la escenografía y vestuario, incorporan los medios audiovisuales y, finalmente, la interpretan en una representación pública. Dorothy Heathcote, sin duda, se conmovería al leer esto.
            Este Centro es un vigoroso árbol de emociones colectivas que regala equilibrio y felicidad. Esta primavera he hablado de ello con un colega catedrático de la Universidad de Murcia y hemos coincidido en las enormes posibilidades que ofrece para los profesores y los estudiantes de la Facultad de Educación en los campos de la docencia y de la investigación. Ojalá, no tardando mucho, se establezcan vínculos flexibles y creativos sumando las energías que, a pesar de los injustos recortes ministeriales, subsisten en el mundo de la educación y del arte en beneficio de los chavales y de todos nosotros.
            Lo más difícil ya está conseguido. ¡Ciao, teatro!, como diría Franco Passatore.
            Web: www.pupaclown.org    info@pupaclown.org  T. 968 93 23 11

sábado, 1 de junio de 2013

BRAINARD Joe, Me acuerdo


BRAINARD Joe, Me acuerdo. (1975), Sexto Piso, Madrid, 2009.

(BUC 820-4 BRA, J.)

Brainard (1942-1994), más conocido como artista plástico y diseñador que como escritor.

Irrumpe en el panorama literario de Estados Unidos en los años 70 con un enorme éxito. Y sigue teniendo un gran reconocimiento hoy día. El propio Paul Auster considera este texto como uno de los pocos libros completamente originales que ha leído, una pequeña y modesta joya que perdurará siempre.

       El autor recoge, en frases de 2 a 15 líneas, más de mil evocaciones de su vida y de su época. Van desde lo más íntimo al retrato de la cultura y del imaginario popular de los Estados Unidos de los años cuarenta y los cincuenta. Algunos tienen una pizca de humor.

       Brainard es quien inventa esta sencilla fórmula de” Me acuerdo” que, en una repetición casi de mantra, va desgranando las páginas de su memoria vital. El primero y el último de los recuerdos están entre los que más me han gustado:

       “Me acuerdo de la primera vez que me mandaron una carta en uno de esos sobres donde decía: “Devolver a los cinco días a” y de que pensaba que a los cinco días tenía que devolver la carta.”

       ”Me acuerdo de un sueño en el que conocía a un hombre hecho de un queso amarillo muy blando, y cuando fui a darle la mano me quedé con todo su brazo.”

                El francés Georges Perec, miembro del Oulipo, escribió por su parte Je me souviens (1978) bajo este modelo, y yo misma, animada por ambos precedentes, me lancé a utilizar esta sorprendente y sencilla herramienta para estimular la memoria personal en mis “Me acuerdo. Mieres 0-14 años”, que edité para familiares y amigos en diciembre de 2010. Os recomiendo su uso.

EL DEBATE CULTURAL DE SANTANDER

UN ERROR IRREPARABLE Y LUCES EN LA SOMBRA

       ISABEL TEJERINA

      Profesora y actriz aficionada


      (Artículo publicado en el Diario Montañés el 29 de mayo de 2013)

                Este debate nació como reacción ante un informe encargado por el propio Ayuntamiento, ya que en el mismo –qué osadía- se señalaban algunos lastres de la vida cultural santanderina. Una muestra de la resistencia a la crítica que ostentan quienes administran nuestros presupuestos, acostumbrados como están a las alabanzas y al servilismo de las camarillas de turno.

                Las opiniones vertidas  sobre el futuro están sirviendo para olvidar el pasado reciente. Una gran pantalla que ha desviado el foco de atención sobre la ubicación del Centro Botín. La última paletada en el entierro de la polémica sobre una decisión que transformará para siempre la belleza de nuestra bahía. No ha habido manera de que el insigne banquero se convenciese de que ésta era una oportunidad histórica para hacer algo realmente valioso por su ciudad, situando su edificio en otro lugar, en una zona hoy deprimida, pero de enorme potencial estético y urbanístico: el entorno de la Biblioteca Central. El que realmente manda en Cantabria podría haber unido con facilidad mecenazgo y verdadero progreso de la capital y aprovechar la ocasión para redimirse ante el pueblo de algunos de sus pecados financieros. Ha optado por un gesto narcisista y prepotente, que nuestros políticos tiralevitas le han aplaudido. Coincido con otras voces en que se trata de un inmenso error.

                Por otro lado, más allá, o más acá, del macro diseño de anillos y ejes estratégicos de la cultura institucional y subvencionada, cuya realidad es posible que nunca traspase las fronteras de la pura especulación, quisiera destacar muy en positivo la energía e iniciativa de gentes sin nombre, la presencia real de los muchos amantes de la cultura que cada día la ejercen por puro amor al arte. Cientos de aficionados a la música, la fotografía, el cine, la pintura, la literatura o el teatro, que no se llaman a sí mismos artistas, pero que crean cultura, muchas veces de indudable calidad, en barrios, foros alternativos, blogs, talleres, tertulias, etc. Surgen espacios por doquier para unos creadores que no sólo no reciben ayuda alguna, sino que bastantes veces han de poner su dinero propio para cumplir sus ansias artísticas. Y cuyo número crece precisamente en época de crisis. Porque en medio de la involución económica y política que padecemos, la cultura nos es más necesaria que nunca: nos ayuda a respirar, a pensar y a soñar.