Edit. Cabaret Voltaire, Barcelona, 2007. (1ª ed. Ed. Stock, 1975) (BUC.
LHg, GOM, A.)
Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París,
1998) es un autor muy reconocido en Francia, donde se instala desde el año 1968.
Se dedicó también al teatro con gran éxito (Premio Nacional Lope de Vega en dos
ocasiones), pero sus obras son prohibidas en nuestro país por la censura. Ésta
es la primera novela que se traduce al español, casi 10 años después de su
muerte y más de 30 desde su primera edición. Lo hace con un elogioso prólogo de
otro famoso escritor de su misma orientación sexual, Luis Antonio de Villena.
Es el relato más provocativo y escabroso
que he leído sobre la homosexualidad y el incesto entre dos hermanos. Muy bien
escrito, políticamente incorrecto y sin pelos en la lengua.
Narra la vida de un muchacho desde su
nacimiento hasta los 25 años.
Ambientada en Andalucía, seguramente la
ciudad de Almería, desvela de modo descarnado las relaciones sexuales y el amor
prohibido. También reflexiona sobre la represión feroz tras la guerra civil, la
religión y los curas, la falta de libertad o la miseria moral del Régimen…, entre
otras infamias en la España de la dictadura franquista.
La siguiente cita recrea con procacidad
la escena del bautismo del protagonista:
“Mientras realizaba aquellos ritos, mi
hermano Antonio me acariciaba suavemente las nalgas y, con uno de sus dedos,
buscaba con aplicación mi agujero más secreto. Me sentía invadido por el juego
del placer y creo que algo parecido al éxtasis, me bañó la cara, ya que el
señor cura dijo:
-Veo, hijo mío, que empiezas a creer en
Dios. Te conviertes en Su criatura.” (p. 196).
En el siguiente párrafo, el personaje del
cura Don Gonzalo, un momento después de intentar sodomizar al niño protagonista,
le dirige, muy en la línea del nacional catolicismo ultra, estas palabras que me
parece que no tienen desperdicio:
“La mayoría de vosotros
pertenecéis a familias sanas, que participaron y sacaron adelante a nuestra
Cruzada. Pero hay algunos que, sin tener culpa de ello, proceden de ese tumor
herético que extirpamos definitivamente del cuerpo de la nación en 1939. Así
que a ésos me dirijo de manera especial. No quiero que la derrota familiar envenene
su juventud. Por el contrario, la victoria de toda España –de la verdadera
España- debe ser fuente de salvación. La paz que hemos construido con el
esfuerzo de nuestras manos es para todos, ya que ahora estamos todos del lado
de la verdad y de la justicia. Los que no querían esta paz, están muertos.
Muertos sin gloria. Olvidados. Los rojos ya no están en nuestra memoria.” (p.
287).
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