Editorial RBA, Barcelona 2009 (1ª ed. 1985)
Alice Munro (Ontario, 1931) es una
de las escritoras de relatos breves más reconocidas de la literatura
contemporánea.
Este libro lo constituyen 11 cuentos
independientes y con título propio, todos interesantes. Lo singular de esta
canadiense es que su literatura engancha sin que las historias tengan una
intriga que supere las incidencias comunes de la vida cotidiana. Ahí está
precisamente uno de sus principales atractivos. Los personajes viven y sienten
de manera parecida a todos nosotros.
Munro sabe encantarnos con el
retrato psicológico de la gente corriente y llevarnos de la mano por los
ambientes, casi siempre rurales, con un singular dominio porque es una maestra
del detalle.
Escribe de un modo directo,
resuelto, sin prejuicios, con un ojo y un oído atentos a todo lo que ocurre en
el minuto del día a día. Es la inmediatez de la vida y la transparencia de su
pluma lo que nos emociona.
Recojo en la siguiente cita textual
una muestra de su inusual franqueza, en relación con el tema de la religión:
“Lo
lógico habría sido que mi madre hubiera opinado de otra forma, ya que ella
había sido maestra, pero decía que eso a Dios no le importaba. A Dios no le interesa
el trabajo que desempeñas ni la educación que recibes, me decía. No le importa
tres pepinos, y lo único que importa es lo que a Él le interesa.
Fue
la primera vez que comprendí que Dios podía convertirse en un enemigo real, no
solamente en una pesadez o un enorme motivo decorativo.” (p. 20).
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