En los últimos tiempos ha surgido en España y en
Cantabria una pléyade de poetas muy jóvenes que me han vuelto a enamorar de la
poesía. Voces potentes, cargadas de verdad, comprometidas.
A
Paco Gómez Nadal (Murcia, 1971) podríamos considerarlo su hermano mayor, además
de infatigable divulgador de esta lírica contra corriente por el proyecto de la
“Surada poética”. Periodista y escritor, activista y poeta, reúne, entre otros
méritos, el de ser uno de los fundadores de la librería crítica “La vorágine”
que ha revolucionado el ambiente cultural de Santander como espacio alternativo,
abierto a los colectivos culturales y sociales en un clima cálido y no
partidista.
Ésta
es su séptima obra, un diario de “cesiones”
que, lejos de la renuncia, constituye un combate sin concesiones contra el
sistema que nos oprime y un firme alegato de la terca resistencia que nos salva
del naufragio.
Desde
la voz poética del yo se dirige al nosotros para expresar lo que somos y lo que
queremos ser. En primer lugar, defiende la dignidad, la propia y la ajena, y afirma
“la búsqueda incesante de la colectiva”. El libro lo integran 70 textos breves y
densos, cada uno con un título sugerente, que nos animan a la rebeldía: “Sólo somos lo que ya hemos dejado de ser” y “sólo podemos ser lo que anhelamos sin
miedo” (54). Asoman también el
amor y la ternura que, junto a la conciencia y la “torpe manía de sobrevivir” evitarán el derrumbe. Y aunque no oculta
momentos de tristeza y de impotencia de las que se sobrepone en la siguiente
página, nos llama una y otra vez a desaprender la educación emocional adherida
a nuestra piel, la que nos prohíbe la curiosidad y los sueños, la educación
dirigida al triunfo social y la sumisión (63).
En
la Parte II, otorga cuerpo y alma a “los
nadie”, a quienes bautizara Eduardo Galeano en aquel inolvidable
microrrelato de “El libro de los
abrazos”. La voz poética es ahora
la del “nosotros”: “Somos
los nadie, los que reímos y creamos, los
que resistimos y luchamos” (97). Somos
los que no nos rendimos, los porfiados y tenaces idealistas
que vamos más allá de lo posible. Somos los trabajadores mal pagados y
democráticamente explotados, los sin techo, los solidarios y bondadosos, los
desendiosados, los artistas, “los nadie
somos más que los muchos” (97). Sueña el poeta con el (des) gobierno de “los nadie”: “fundaremos las fuerzas de desorden público y nombraremos al frente de
la dirección general de inseguridad a un inmigrante acostumbrado a asaltar
fronteras y sofás de clase media.” (98)
Prosa
poética, énfasis y ritmo, imágenes y símbolos en cascada para expresar, rebuscando
en lo hondo y sin esconder la amargura y las incertidumbres, el yo íntimo, el
ideal colectivo y un corazón abierto al nosotros. He disfrutado mucho con la delación del poder establecido y
con la proclamación de su derrota y, aunque, a veces, atisbo cierta ingenuidad en metas
ilusorias, me aferro a la esperanza y a quien irradia ánimo y pasión. Porque
sabemos que nunca alcanzaremos la utopía, como escribió el mismo Galeano, pero
nos hace falta para caminar, resulta imprescindible para seguir la lucha.
Un
único reproche a este poemario impecable: el uso del género femenino para
incluir al masculino. No comparto, como feminista, esta moda cuya única virtud,
en mi modesta opinión, es que este provocador ataque a la gramática llama poderosamente
la atención. Pero por mucho que sea el empeño, “nosotras” no incluye a los
varones y su uso nos confunde a los hablantes.
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