lunes, 7 de enero de 2013

LEO BASSI EN SANTANDER


ESCÁNDALO Y REVELACIÓN EN SANTANDER

            La programación en Santander de “La revelación “ de Leo Bassi por parte de la Universidad de Cantabria y la Obra Social de Caja Cantabria ha supuesto un escándalo para ciertos sectores católicos ultra conservadores, al tiempo que una revelación de que hay grupos y mentalidades recalcitrantes que todavía no han  asimilado algunos principios básicos de una sociedad  democrática.

Santander y toda Cantabria, “linda tierruca” privilegiada por la naturaleza es todavía, a pesar del destrozo urbanístico que padece, un bello lugar para vivir y donde se disfruta de una aceptable oferta cultural, pero, de cuando en cuando, te quedas muda y abochornada, por algunas actitudes y ciertos personajes, vestigio de una larga historia de reacción y conservadurismo.

Cierto que en otras ciudades también ha habido algo de alboroto con este espectáculo, pero sin llegar a este alarmante nivel. Aquí, aunque promovido por una minoría bien organizada que se sentía escandalizada en su acepción de “daño espiritual”, por una obra que ¡ojo! ninguno de los escandalizados había visto, ha supuesto también un escándalo, en su acepción de “tumulto” que ha ocasionado otros no pequeños sucesos escandalosos:

Bajo la presión de los curas, fieles devotos, y algunos comparsas seguidistas de la consigna, mediante correo electrónico, homilías parroquiales, cartas al director, Comunicado en la prensa del Obispo, etc., el Consejo de Administración de la Obra Social de Caja Cantabria, quince días antes del estreno, acuerda desvincularse de la representación programada y cede al chantaje orquestado, sobre todo por la amenaza de la retirada masiva de cuentas de la entidad. Estupendo: parece ser que sólo estos católicos radicales son sus clientes, olvidando que la labor cultural de la Obra Social la pagamos todos los clientes de la Caja y resulta inadmisible acatar su censura previa y sus intentos de que se suspenda una función porque a ellos les molesta.

Más escandaloso aún, porque atenta a una moral universal que condena el cinismo y la mentira, es que Caja Cantabria haya aducido “problemas de orden técnico”, descarada falsedad que hace sin embargo pública en un anuncio de prensa (2/12/2006) y como ello no debe de contentar suficientemente al Obispado añade en un segundo remitido publico (11/12/2006) que no ha mantenido relación contractual con Leo Bassi ni realiza aportación económica alguna para esta representación. Atónitos quedamos, porque se puede certificar que la programación desde el Aula de Teatro de la UC  de esta XVII Muestra, una más de una sólida trayectoria de gran calidad, estaba aprobada y financiada por la Caja desde el mes de septiembre. Un paso atrás inesperado que esperemos haya sido meramente coyuntural.

Escandaloso es igualmente que, sostenido el espectáculo por parte de la Universidad en justa defensa de su autonomía y de la libertad de expresión, firme hasta el final contra la presión que trataba de vulnerar el principio universitario de ser el espacio natural para el ejercicio de la libertad de pensamiento y de crítica, un nutrido grupo de católicos enfurecidos, increparon, insultaron y zarandearon en la entrada a varios espectadores, entre ellos a miembros del Gobierno Regional.

Asistimos así finalmente a dos espectáculos. En el de fuera, me vi inmersa en un túnel del tiempo, treinta años atrás, un escenario de crucifijos y velas, cánticos religiosos y pancartas contra los blasfemos, y en la increíble paradoja de que quienes se sentían insultados por el montaje teatral insultaban y pitaban enardecidos; quienes pedían tolerancia mostraban su clara intolerancia con quienes discrepan con sus ideas y quienes solicitaban respeto se manifestaban no sólo sin atisbo del mismo hacia los demás, sino incluso agresivos contra quienes acudíamos pacíficamente a una actividad cultural.

Pero esto con ser serio, puede resultar casi anecdótico. Lo que me parece más importante es que estas gentes piensan que la libertad religiosa impide la libertad de crítica a sus principios religiosos por parte de quienes no crean en ellos; que la libertad de expresión, opinión y pensamiento tiene que estar encerrada dentro de sus dogmas y barreras; que no se puede  hacer crítica y menos burla de lo que para ellos es sagrado e intocable. No pueden concebir que para los agnósticos, los ateos, los no creyentes, las religiones no son verdades reveladas, que expliquen ni den  sentido al mundo.

            También es falaz el argumento de los católicos que no se puede pagar esta actividad cultural con dinero público. ¡Vaya…! ¡Pero si en España se está financiando a la Iglesia Católica con miles de millones del presupuesto público de todos los españoles, si estamos pagando, por ejemplo, todos sus gastos en la enseñanza concertada de sus numerosos colegios confesionales… Los grandes beneficiarios del dinero público intentan negarnos hasta las migajas a los contribuyentes que no somos creyentes.

¿Por qué los ciudadanos, aunque seamos minoría, no tenemos derecho a ver, no tenemos derecho a pedir a nuestros poderes públicos, un teatro comprometido, una visión artística que cuestione los diferentes sistemas establecidos? Y, como  en este caso, ¿por qué no se puede financiar y pretenden prohibir la asistencia a un espectáculo que se declara partidario del laicismo?

Es hora ya de que los católicos aprendan a respetar a los laicos. Y que al igual que ellos defienden y hacen constante publicidad de sus principios, los no creyentes tenemos derecho a argumentar nuestras convicciones por todos los medios de que ellos disponen. Tienen que aceptar que existen personas, en este caso un artista, que ha decidido militar en el campo de la razón y el laicismo, que quiere hacer proselitismo de sus ideas, invitando incluso ¿y por qué no? a abrazar la apostasía.

Por otra parte, hay que preguntarse ¿a dónde habría llegado la cultura si no hubiera habido a lo largo de la historia quienes se han atrevido a criticar usos y modos, creencias y dogmas? Abundan, que no sobran, los ejemplos contra las barreras dogmáticas y los fanatismos, contra la rancia y casposa tradición que intenta sepultar y marchitar el espíritu creador y el pensamiento crítico: el Libro del Buen Amor y El Lazarillo, El Quijote y El Buscón…, a pesar de la persecución y la censura inquisitorial de su época, sobrevivieron y por su calidad indiscutible figuran entre los clásicos de nuestra literatura. Y en nuestra actualidad, ¿también nos querrán prohibir las películas de Almodóvar, las parodias de Monty Python o los dramas de Harold Pinter?

Afortunadamente, hay muchos creyentes que no comparten estos fundamentalismos. Y al final pudimos ver y juzgar “La revelación”. En mi opinión, desde el punto de vista artístico, el espectáculo tiene calidad sobrada y estuvo más que bien y Leo Bassi se superó a sí mismo en este montaje desafiante contra el oscurantismo religioso y lúcidamente provocador de las conciencias adormiladas en favor de la razón y el laicismo.

En la abarrotada sala de la Facultad de Medicina esa tarde se respiró libertad y se disfrutó de un humor, irreverente y burlón, pero también reflexivo, en especial contra ciertas polémicas posiciones de la Iglesia Católica (sexo, sida, guerras santas, conflicto israelí-palestino…) Y, contra todo pronóstico, sin caer en la injuria ni el mal gusto.

 
Santander, diciembre de 2006

ISABEL TEJERINA

Miembro del Consejo de Dirección del Aula de Teatro y catedrática de la Universidad de Cantabria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario