miércoles, 26 de junio de 2013

DONOSO José, La desesperanza


              Editorial Seix Barral, Barcelona, 1986. (BUC. 860-3, DON, J.)

             Esta novela del reconocido escritor chileno (Santiago de Chile, 1924-1996), que formó parte del llamado "boom latinoamericano" de los años sesenta y recibió el Premio Nacional de Literatura en 1990, registra, desde la amargura, la tragedia del país andino tras el sangriento golpe de estado del general Pinochet contra el Gobierno de la Unidad Popular.

            Mañungo Vera, un cantautor de izquierdas, podría ser el álter ego del autor, un personaje sumido en sus conflictos personales y lleno de incertidumbre en el terreno político, que se mueve como un barco a la deriva entre sus ideales y sus contradicciones, tratando de salvar su dignidad humillada, aunque no del todo perdida. Un protagonista que, como el mismo autor, regresa a la capital de Chile, después de un largo exilio impuesto por él mismo, el día de la muerte de Matilde Urrutia, la viuda de Pablo Neruda, la mujer que le inspiró “Los versos del capitán”, entre cuyos inolvidables poemas se encuentra “Tu risa”, la alegría que los tiranos nunca podrían arrebatarle.

             A través del encuentro con los viejos amigos en un velatorio que los reúne a pesar de la persecución y la vida vigilada; un recorrido por la ciudad bajo la bota militar de toque en toque de queda y los preparativos de un funeral prohibido, que se convierte en un improvisado símbolo de resistencia, Donoso traza la crónica literaria de una realidad que le resulta desesperante y atroz y que rebosa desesperanza.

             Pocos personajes, pero de gran calado en unas vidas llenas de cicatrices y derrotas. Entre ellos, el erudito Celedonio, el poeta fracasado Lopito y Judith, una mujer preciosa y de acaudalada familia, militante radical un algo suicida, que se entrega a la causa revolucionaria con una generosidad y vitalismo excepcionales. Es el contrapunto del protagonista, quien la adora y la compadece.

             La novela, tan atractiva por su calidad literaria como sombría en su visión del mundo, combina la unión entre un pasado soñado y una pesadilla presente en un espacio urbano perdido para siempre. Autor y personaje representan la imagen del desencanto de antiguas militancias de las que se han distanciado, física e ideológicamente, que se enfrentan al dolor inesperado de un sentimiento de culpa por no haber padecido como sus compañeros el vergajo de la dictadura, sin encontrar salida en el camino.

            Donoso seguramente nunca creyó en el valor de la rebeldía ni vibró con las palabras de despedida de Salvador Allende ante el asalto militar al Palacio de la Moneda: “no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen ni con la fuerza” (…) “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas”. Por el contrario, la siguiente cita de su personaje, en la que establece un paralelismo entre los luchadores chilenos y los republicanos españoles, creo que refleja bastante bien su hondo escepticismo y desaliento:

 (…) “a cada revés del régimen repetían: “¿Ven? Esto se acaba”, y no se acababa absolutamente nada aunque estadios enteros gritaran “Y va a caer” durante los partidos de fútbol, y cada horror y cada escándalo se iba sepultando en el olvido para que todo siguiera igual, enquistado, monolítico pese a las fisuras que desembocaban en el monótono cambiar de un personaje por otro exactamente equivalente. Estábamos todos con el dedo índice corto, decía Lopito, como los republicanos españoles que golpeándolo contra la mesa repitieron durante cuarenta años de exilio: “este año cae Franco…, este año cae Franco…”, y el desgaste de ese inútil énfasis les fue acortando el índice de tanto golpear, y Franco no cayó y se quedaron los pobres rojillos con las esperanzas pudriéndoseles adentro mientras sus prohombres morían y mutaban las pasiones y las ideas se avejentaban…, idéntico a lo que les estaba pasando a los chilenos empecinados en no perder la esperanza, que era lo único que era necesario perder para comenzar otra vez desde cero, y asumir la desesperanza ahora manifestada en esporádicos brotes de violencia sin sentido a que la intolerable represión del régimen los empujaba.” (pág. 261).

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